Detritos
resucitados
(Artículo publicado el domingo, 18 de junio, en diarios de EPI PRESS)
Resulta
que hacía una vida que no sabíamos de él. Si había fallecido, si se había
metido a monja carmelita, si devino en lama tibetano, o si se reencarnó en el
que le pasa el paño a la rodilla del cristo más venerado de su ciudad. Ángel Garó desapareció de la paz de los
platós para aparecer en la guerra de Sálvame.
Mal negocio. O bueno, según vaya la cartera del humorista que, todo hay que
decirlo, nunca, ni cuando estaba en la cresta de aquella ola del Un, dos, tres, me hizo ni puñetera. No
le cogía el tono. No me pellizcaba el cerebro. No me reía con él, en
definitiva. Su humor me pareció débil mental. Tontito. No me lo creía. Sí,
mucha plumita, mucha inflexión de voz, mucho acento andaluz, que siempre parece
abrir las puertas del descacharre, pero nada, humo. Cuando terminó el programa
de Chicho Ibáñez Serrador, para mí
terminó el señor Garó, aunque leo que de vez en cuando aparecía en otros
programas como invitado de relleno, es decir, como el que apura la llama de su
éxito pasado, de su único éxito. ¿Algún lector puede decirme algún trabajo
destacado del humorista después de su colaboración con el Un, dos, tres? Yo tampoco. Claro que ha hecho cosas, y las seguirá
haciendo. Hay que vivir. Pero una cosa es la vida pública y otra la privada. De
repente, un asunto privado lo ha devuelto a una actualidad chunga, chabacana.
Ni siquiera quiero extenderme en este aspecto. Me da pudor. Lo cierto es que
don Ángel Garó ha caído en las garras de Telecinco a raíz de sus asuntos
privados de pareja. Escribo con prudencia porque, insisto, los asuntos de la
gente cuando del catre y el corazón se trata, son asuntos privados. Hasta que
se venden por dinero. Es lo que hizo Ángel Garó el sábado pasado sentado frente
a Jorge Javier Vázquez, donde contó
que su novio lo denunció por maltrato. A partir de ahí, el propio Garó abrió la
veda. Ha vuelto a la vida de los platós de la peor manera posible. Seguro que
sin querer, y quizá por necesidad, el señor Garó ha resucitado como detrito.
Gorrinadas TVE
Lo de
Garó, siendo triste, es lógico. Lo malo, lo peor, es que alguien, algo, un
programa de la tele que aún no se ha visto ni estrenado, salga ya en formato
desecho, embalado como detrito camino del estercolero, oliendo a gallina
muerta, a cadáver descompuesto. Sólo el nombre saca de mí el espectador agresivo
que llevo dentro en cuanto tratan de venderme la moto del amor de manos de la
cursilería. Me ataca. Y me defiendo. Hotel
romántico. Ese es el nombre del festival del amor. No se preocupen, ya he
vomitado. Lo peor es que detrás de semejante gorrinada está TVE. Se ha grabado,
o se está grabando, en la ciudad suiza de Davos, entre nieves y pinares. El
simpático Roberto Leal presenta este
First dates de la pública, o sea, que
ejerce de alcahueto, es decir, el nuevo Carlos
Sobera, la nueva Luján Argüelles.
Eso sí, nada de chicos carcomidos por clavos en los labios, chicas ojerosas que
se pintan los pelos de rosa, jóvenes que tienen pito pero se sienten chicas,
garrulos de gym que van buscando a su princesa con pinta de regentar un burdel
de carretera, nada de eso, en Hotel
romántico la diversidad no existe. Hombres y mujeres como dios manda, con
gustos como dios manda, y mayores de 50. Vivirán unos días en la ciudad alpina,
harán pruebas, medirán sus gustos, y quizá surja el amor entre algunos. Eso es Hotel romántico. Una pavada. Detrito que
aún no ha nacido y ya está en fase de velatorio. Es como el programa ese de, válgame el cielo,
Telecinco. Se llama Cámbiame, y se
debe a la Fábrica de la tele, la factoría que produce la mejor basura para la
empresa. Por ese programa, como saben -¿lo saben?-, pasa gente que quiere
cambiar de imagen, de look, dicen ahí. Para eso cuenta con un equipillo de
expertos que deciden que si eres rubio te tiñen de moreno, si tienes el pelo
ondulado te lo alisan, y si te van los vaqueros te plantan unos pantalones de
tergal. Por esa memez pasó un paquidermo que se ha puesto cebado, un tipo
llamado Antonio Tejado, ex de una
tipa llamada Chayo Mohedano –perdónenme
si huele la columna a vomitona, he vuelto a arrojar el desayuno-. Le tiñeron la
barbilla de rubio oxigenado, le encasquetaron una gorrita de joven malote, y lo
echaron de nuevo al mundo. Entró muerto a Cámbiame,
y salió peor.
Pornografía
Dije al
principio que Ángel Garó volvió a la vida de la peor manera posible. Volvió
como muerto. Hacerlo en Sálvame es la
peor vuelta que se pueda imaginar. Su risa falsa y estridente como una diva
patética, como un caminante de The
walking dead seguido por la cámara hasta sentarse junto a Jorgeja, era el anuncio de la tormenta
que durante esta semana se ha desencadenado. Él sólo, arrogante, alucinado, en un planeta
donde sólo tiene ojos para su ego enfermo, se dirigió al precipicio. Lo que
vino detrás era cosa de horas. Y se armó. Ni la abuela quiere saber nada de él.
Dijo por teléfono esta semana que daría su sangre por su nieto, pero que no
quiere verlo ni en pintura, que lo quiere lejos de ella. Chungo. Ni la abuela
de Eduardo Inda habla así del nieto.
En el paquete de la descongelación y vuelta a la vida del humorista que no
tiene ni chispita de gracia pasaron la escena del balcón, esa donde el patético
donjuán residente en Málaga se asoma en bolas y grita a la policía que no
piensa bajar para formalizar la denuncia –por ruido, al camión de la basura-
porque él está en otro nivel, Maribel. Ya digo, patético. En la boca de ese lobo
que Garó abrió con su delirio ya han aullado su hermana, su tío, la novia de su
tío, su novio, y él mismo –por dinero-. Pobre hombre. La mueca de su sonrisa es
la de los muertos que saben que lo son. Aramís
Fuster, la bruja, pide paso en el grotesco banquete. Resucita como el
detrito que siempre fue diciendo ahora que ve muertos, y de hecho, en un vídeo
de un humor desatado, pasan imágenes de ella hablando con una foto de la madre
a la que le pide que se la lleve de este mundo. Pobre diabla. Exagerada y falsa como Ángel Garó, sólo
producen pena, esa sensación obscena de ver por la mirilla de la puerta
miserias tan íntimas que son pura pornografía.
La
guinda
Gran cínico
Si para
conseguir audiencia hay que matar animales, la cosa está muy malita –se habla
de La isla, La Sexta, un programa de
supervivencia extrema donde cazaron un caimán en la última entrega-. Repitamos
de nuevo. Si para conseguir audiencia hay que matar animales, la cosa está muy
mal. Quien habla es Frank Cuesta –Wild Frank, DMAX-, que molesta, invade,
aterroriza y usa a los animales para conseguir audiencia.
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