El pecho
(Artículo publicado el sábado, 10 de junio, en diarios de EPI PRESS)
Esto es de
locos. Ya han montado el circo. Y, como dice el libro de Juan Soto Ivars, las redes arden –Arden las redes es el título en
el que se analiza el clima de irritación constante y masiva en las redes
sociales que ha generado un nuevo tipo de censura-. La cosa sucedió de la
siguiente manera. Exterior. Día. Dos personas hablan en directo para un
programa de televisión, el conocido reportero británico Ben Brown y Norman Smith,
editor político de la cadena. La cadena es la BBC. En un plano medio, con buena
profundidad de campo, los dos hombres conversan sobre la actualidad política
inglesa. Pero en un momento dado irrumpe en el plano una señora de sonrisa lela
a la que, al parecer, le importa una mierda el trabajo de estos periodistas
aunque su intención es felicitarlos por lo que hacen –eso sí, cuando ella
decide y como ella decide, sin pensar en ningún momento que tal vez no sea el
momento- .
El reportero da
las gracias y sigue con la conversación mirando a su entrevistado. Al darse
cuenta de que la espontánea sigue ahí, en mitad de la escena, como un
pasmarote, Ben Brown extiende la mano a ciegas y, oh, por dios, le toca el
pecho para apartarla. Podría haberle tocado la garganta, o el hombro, o el
pelo, o la nariz, porque el hombre no sabía con exactitud dónde ponía la mano, pero
le tocó una teta. La joven, ofendida, le devolvió el roce con un manotazo en el
hombro y al fin se fue de donde no tendría que haber metido la nariz. ¿Qué queda
de todo esto? Que el reportero le tocó el pecho. Vaya por dios. Los imbéciles
de turno mostraron su alarma en las redes. Claro que no hay polémica alguna.
Pero sí una ansia enferma de censura de los ofendidos profesionales.
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