Vaya sábado
(Artículo publicado el martes, 20 de junio, en diarios de EPI PRESS)
Puf. Si a esta
interjección le pudiera uno añadir otra f, quedando la cosa en puff, tendría lo
que busco para hacer la crítica de No es
un sábado cualquiera, penúltima alucinación salida de la La 1, que está más
zumbada que las maracas de Machín.
¿Saben aquel que dice que un presentador se ríe más que el público del público
y mucho, muchísimo más que el público de casa? Pues eso es No es un sábado cualquiera, casi al borde de hacer bueno Noche de fiesta, el inefable delirio de José Luis Moreno. El presentador de
este disparate es el actor Fernando Gil,
un guapito de sonrisa gentil y gestos mecánicos que sale acelerado, se
desarrolla acelerado, y muere dando pingos. Lleva el guión en la masa de la
sangre. O cayéndole por el pinganillo. Pero hete aquí, malandrín, polluelo, que
un programa de entretenimiento no es una función teatral.
Vamos, que está
más sobreactuado que Ángel Garó, que
sigue su particular desbarre cobrando por acomodar su culo al sillón de Sálvame. Fernando Gil confunde el medio.
Que no, que no, que como presentador es más malo que un chiste de… Ángel Garó.
No sólo hay un presentador que ni me roza el interés en No es un sábado cualquiera. Hay un batiburrillo donde el chiste
sucede a la música enlatada, cadavérica, hay un momento baile que puede remedar
a los musicales del cine, hay un momento muñeco con cara de Julio Iglesias que hace del Julio
Iglesias más parodiable y sigo sin saber qué pinta ahí, y así, este guiñol. Vuelvo
al momento chiste. ¿Se imaginan al grupo La guardia como guardias británicos,
impávidos, mientras unos gañanes les cuentan unos chistes, siendo el reto que
La guardia no puede reírse? Está claro, no es un sábado cualquiera. Puff.
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