Indiferencia
(Artículo publicado el jueves, 4 de agosto, en diarios de EPI PRESS)
No sé si es un
plan trazado a conciencia, una casualidad, o qué más da, a quién importa lo que
quiera que sea. Hablo del hartazgo de la política y sus circunstancias. Salvo
casos aislados, los programas de política interesan a unos cuantos, a habas
contadas. Creo que nunca antes, por exceso, han cotizado tan bajo. Da igual que
la Cid Campeadora del periodismo, doña Pavi
Sosa Quintana, volviera unas horas porque este país no podía vivir un día
más sin su presencia en su “pograma”, da igual que Cristina Pardo, frente a Al
rojo vivo, en La Sexta, modere la
tertulia sin el aparato gestual, y sin el impostado histrionismo periodístico
de Antonio García Ferreras, da igual
que TVE siga en caída libre, y que sus telediarios, que se esfuerzan como
corderillos en apuntalar al PP, haga magia con las noticias, da igual.
Hasta da igual
que La Sexta Noche, en un esfuerzo
encomiable, lleve como invitado a un escritor como Juan José Millás, que por cierto, con gran olfato, apuntó que incluso
ese programa, considerado como serio, clarificador, y oportuno, forma parte del
nuevo concepto de espectáculo, es decir, que se acaba la emisión como se acaba
una película justo antes de que la gente vuelva a la realidad, a sus problemas,
a su empleo precario, a su gana de tenerlo. Da igual todo eso porque la gente
vive la política como algo que no les incumbe, como algo que no les arregla sus
necesidades, es decir, como también dijo Millás en su paso por el programa de Iñaki López, que “entre la política y
la realidad hay un divorcio que pone los pelos de punta”. La lógica reacción, mientras los políticos se
la miran cada segundo, es la indiferencia ciudadana, estado ideal para esos
políticos.
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