Lucifer
(Artículo publicado el sábado, 23 de julio, en diarios de EPI PRESS)
Si Lucifer era
así, que viva Lucifer. En la serie Lucifer,
que emite Antena 3 los lunes, el diablo es Tom
Ellis. Seguro que tiene rabo, pero no como el que nos dicen que tiene el
demonio. El Lucifer de la serie Lucifer
es un tío con una planta de edificio de cincuenta alturas. O más. Cuenta la
historia del ángel caído, del señor del infierno que, aburrido de su trono y su
reino, se va a Los Ángeles. Allí conoce a la detective Chloe Decker, que
interpreta Lauren German, con la que
empieza a colaborar para castigar a los malos, a los criminales. El esquema
sigue la arquitectura del tebeo en el que se basa. El diablo regenta un local
nocturno, Lux, de forma que tiene garantizados una serie de mínimos de la buena
vida, alcohol, música, sexo. El crimen de una estrella pop a las puertas del
local, y la entrada en acción de la detective, desencadenan en este ángel caído
algo que se parece a los sentimientos humanos. Formarán pareja para dilucidar
otros crímenes.
Pero como no
todo va a ser felicidad aparece el enviado de dios para comerle el coco y que
vuelva al lugar que le corresponde, al infierno. Pero qué va, Lucifer le ha
cogido el gusto a su nuevo cometido y no piensa volver al sofoco de las
calderas. Ni hablar. En su nueva vida hay escenas donde un corral de señoritas
en braguitas rodea al ángel malo, vive en una mansión con piscina climatizada,
y se dirigen a él con reverencia y deseo. ¿Es Lucifer una buena serie? A mí no sólo no me gusta sino que me da
sarpullido. Me resulta cargante, ñoña, cursi, relamida, de pose de revista. Y
se me fijo en los diálogos, en el doblaje, me quedo loco. Malos es poco. Son
peor. La panoplia de caras del guapo Lucifer es de revista de moda. Eso sí,
habrá gente que vea la serie por si enseña el rabo.
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