Sin bolsas
(Artículo publicado el domingo, 31 de julio, en diarios de EPI PRESS)
Los campos de
Marruecos, el acceso a las ciudades, las cunetas, los alrededores de las
estaciones de tren, las playas, y los jardines, son lugares con visitantes
comunes que se ven al norte, desde Tánger a Nador, en el sur, desde Figuig a
Agadir, o en el centro, de Marrakech a Essauira. Son las bolsas de plástico.
Bolsas negras que lo invaden todo y que hacen del país, y no me extraña, el
segundo consumidor del mundo, sólo detrás de EEUU. Quien conozca el país
vecino, aunque sea un poquito, y aunque las líneas de arriba sean un poco
exageradas, saben de qué hablo. Cuando vas a un zoco, cuando vas a una tienda,
cuando te dan las aceitunas para la ensalada o te pesan las especias en esa
tiendecilla de la medina de Fez, de Asilah o de Tarudant, te dan la mercancía
en una bolsa negra, que la gente tira a la basura, a la calle, o al campo.
Sobre todo al campo.
El Gobierno,
presionado por el rey Mohamed VI,
dictó una ley el año pasado que entró en vigor el 1 de este mes. Se prohíbe
producir, importar, exportar y comercializar bolsas de plástico, con multas
astronómicas para quien no cumpla la norma. Lo nunca visto. Es una auténtica
revolución. Detrás, la próxima cumbre del clima que se celebrará después del
verano, en Marrakech. Hay que dar buena imagen internacional, y ver desde el
tren o el autobús los campos abonados con millones de bolsas de plástico no es
compatible con la apuesta institucional. Si la ley acabara cuajando en las
costumbres marroquíes y la gente no tirara las bolsas a la calle como el que
tira cáscaras de pipas, la revolución es de las gordas. Algo así como que Mercedes Milá, tras 16 años, no siga
presentando un mojón llamado Gran Hermano.
O más, quizá sea más que esa idiotez.
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