Tiempos de
“streaming”
(Artículo publicado el domingo, 21 de febrero, en diarios de EPI PRESS)
Yo digo como
decía en Más vale tarde Miguel Ángel Aguilar. Yo quiero
“streaming”, yo quiero “streaming”. El periodista de melenita blanca, ondulada,
es un cachondo, y su sonrisa, a estas alturas del análisis, es un editorial.
Cuando escucha a los políticos, el realizador del programa abre una ventana al
lado con la cara y los gestos de Aguilar, y si al final de la perorata del
político Miguel Ángel se sonríe como un conejillo, malo, pinta mal la cosa. Si
él quiere streaming –ya sin comillas-, yo también quiero streaming. Es la nueva
ola. Contra el presidente plasmado, los aspirantes transparentes. Contra la
política de las grutas tenebrosas, la política del ventanal. Se reúnen, y a los
dos segundos ya están ahí, en casa, ante los micrófonos y las cámaras. Es lo
último. Nada de reuniones secretas en tugurios de tiniebla y sofoco de
humaredas. Ahora se vive la política como Cristina
Pedroche vivió la Nochevieja, con el chotillo al aire. Nuestros políticos
más jóvenes le han cogido el gusto a ir corriendo al confesionario, como
concursantes de Gran Hermano, para
ser los primeros y chivarlo todo. En el Congreso de los Diputados hay un set en
cualquier rincón, y da la sensación de que hay colas esperando a que Susana Griso termine con Pablo Iglesias para que entre al
programa de Ana Rosa antes de que se
lo lleve Antonio García Ferreras,
que habla con Albert Rivera porque
luego no puede ya que Javier Ruiz lo
tiene en el sumario de Las mañanas de
Cuatro, a donde veo como tertuliano, por cierto, al sin par Alfonso Merlos, un crack que hace del
periodismo un karaoke donde importa un truño el rigor porque lo que se busca es
la francachela con los amigotes. Hoy, el periodismo en televisión es el
periodismo del minuto y resultado. Está pasando, se está contando. Está
pasando, se está viendo. Como ha escrito mi colega Rosa Palo, el destape era esto.
El pelucón
Pero a mí me
mosquea tanto tul informativo, tanta aparición de políticos en pelotas con el
corazón en la mano sólo envuelto en gasas, organza, o muselinas. ¿Qué hay
detrás? No hay mejor forma de ocultar algo que dar la sensación de que vas en
bolas. A algunos les pilla esta racha con el pie cambiado, y por eso ahora
vemos a Mariano Rajoy con el ojo
perdido, desbocado, sacado a la arena a empujones, sabiendo, como dijera Ortega Cano en su hit “Estamos tan
agustito”, que repantigado en el sofá vería caer de la parra a estos
jovenzuelos de la transparencia y otras bobadas, que él es perro viejo y en los
últimos meses ha criado costra de gran cínico. Y por eso se pasa las ruedas de
prensa por el sobaco, casca como una cotilla de José Mota, pierde el tiempo disparando el primero y atontando con
sus soflamas a la jauría de noqueados informadores, da voz al periodista pijo Pablo Montesinos, onda PP, corazón de
gaviota, y así se quita de golpe las preguntitas toca pelotas sobre la
corrupción, y en cuanto la cosa se pone fea, hala, con cara de debate, o con
amago de abrocharse la chaqueta para no saludar a Pedro Sánchez, dice adiós o, usando sus propias palabras, ha sido
un encuentro notable, pero hasta aquí hemos llegado. Y se va con viento fresco.
Rajoy entiende la transparencia informativa como un intrusismo en su intimidad,
al estilo, menos rabalero, de Marta
Ferrusola, que la entiende mandando a la mierda a la reportera que le
pregunta. O callando ante el juez, puñetas, qué se habrán creído estos
españoles. Vuelvo al principio. Quiero streaming, sí, pero para saber cómo
consigue ese pelucón la esposa de Alfonso
Rus. Notable. ¿Esconderá 10.000, 11.000, 12. 000 euros, dos millones de
peles? Ya ven, me conformo con pocas cosas como espectador televisivo.
Eres el mejor
Pero no todo va
a ser exhibición. Frente a la transparencia y el escaparate, la huida y el
escondite. Memorable la actitud de Pepa
Flores, que enterró para siempre a Marisol
y jamás la sacó del sarcófago. Tiró la llave al mar de Málaga. Hace unos días
le otorgaban la Medalla de Oro del Círculo de Escritores Cinematográficos, pero
la tía, coherente, no apareció. Ese mundo ya no es su mundo. Decidió ser
anónima. Pepa, hermosa en su silencio, es una estrella de Neruda que titila a lo lejos. No así Fátima Báñez, perdón, lector, por susto tan morrocotudo. A esta
señora le pagamos entre todos el sueldo, está a nuestro servicio, pero jamás ha
concedido una entrevista en la tele para explicar su trabajo más allá de un
aquí te pillo aquí te pregunto en una rueda de prensa ventilada en unos
minutos. A la colega no hay hurón mediático que la saque de su madriguera.
Miento. Ha salido dos veces para pasárselo pipa en su plató favorito. Siempre
el mismo. Siempre en 13tv. Siempre para hablar con Antonio Jimenez, el que le pone el cascabel al gato de la
izquierda. La primera visita fue en junio del pasado año. La segunda, hace dos
semanas. Ella no se mueve si no se lo pide o este gatero amante de las gaviotas
o la virgen del Rocío. Así que nada de streaming, ¿Dijo algo vital para este
país? Sí, basura de mitin. Bravuconadas de fantasma en un partido que desde el
domingo, después de misa de 12, se deshilacha, ahora sí en directo, ante la
atónita audiencia. Got Talent,
pareció murmurar de sí misma Esperanza
Aguirre en su oración de despedida. La pecadora enviaba recados a un Rajoy
catatónico manejando un PP a la deriva. La lideresa sí tuvo corazón de
streaming mucho antes de los tiempos del streaming. Se va como presidenta del
PP madrileño, hasta nueva dimisión, guiñándole sus ojillos a Mariano Mariano,
señalándole la puerta de salida, ay, qué hombre. Mira que si nos da el chasco
y, en un alarde de modernidad, va y dimite rodeado de cámaras y micros en hora
de máxima audiencia. Si se da prisa incluso puede hacer bolos en Gran Hermano VIP. Ah, hace unos días
pasó por Murcia el hombre plasmado. Me imagino a Ramón Luis Válcárcel, ex presidente autonómico, rezar por lo bajini
para que el Gran Lider no le dijera, “Ramón, eres el mejor”, palmadita que se
ha convertido en la antesala de la sospecha, el banquillo, o la cárcel.
La guinda
Cambalaches
No es que esté a
la deriva, pero se parece mucho a ese concepto. Cuatro no sabe qué hacer, con
qué puñetas rellenar la conocida como hora de acceso a la hora de máxima
audiencia. La hora que ocupa El
Intermedio en La Sexta y El
hormiguero en Antena 3, o Gym Toni
en Cuatro. Pero desde el lunes Cuatro cambia de rollo y saca a Miguel Ángel Oliver al grito de Toma partido. Si lo que mola es el
churro, se venden churros. Punto.
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