Cuestión de
tiempo
(Artículo publicado el domingo, 14 de febrero, en diarios de EPI PRESS)
Es cuestión de
tiempo que alguien con tres gramos de sensatez quite de en medio a Mariló Montero. Por dignidad, por
respeto a la audiencia. Y no lo digo por ella en su mismidad mortal, por la
tipa que camina por el plató con las tetas levantadas, siempre a punto de
disparar, como su gloriosa cabeza, que le dicta a su lengua idioteces que no
pasan ningún filtro, no, no es sólo porque la reina de la imprudencia y la
mediocridad esté más quemada que el prestigio de Carlos Lozano, es por el programa en sí, es por un Las mañanas de La 1 acartonado, para
flipar como un pensionista de Rajoy
al que Fátima Báñez, la cara de
cemento armado, le hace mandar un carta con la buena nueva de que su pensión,
por la gracia de la virgen del Rocío, ha subido la mareante cantidad de un
euro, es por el hedor a televisión que desprenden los orines que día tras día
se van encharcando en el plató sin que ni la lejía a chorros reduzca ese sofoco
de urea matinal, es por un programa cansino, repetido, quieto como una tele
pública en un declive que ya se hace insoportable, inasumible, es porque si te
coges los vídeos sobre asuntos tan punteros como la tensión, el colesterol, la
diabetes y sus consecuencias, el sedentarismo, los efectos de la dieta, o la
incontinencia urinaria que se hacían cuando el dinosaurio Manuel Torreiglesias empezó en 1997, acabando con Saber vivir en 2009, antes de que fuese
el doctor Luis Gutiérrez el que
siguiera con la matraca, pues bien, si tienes tan acusado tu sentido del humor
y comparas los vídeos sobre esos asuntos con los que se nutre el gazpacho de La mañana de La 1 de hoy resulta que es
como si vieras la foto del hermano gemelo. Los adornos que le echan al
programa, como la tertulia llamada de actualidad, como la columnilla que dice a
cámara “el maestro Fernando Ónega”,
o como la sección del boquerón Fernando
Ramos, sólo acusan el despropósito y el caos.
Soberbia, y del PP
Me paro en él
tres líneas. Se supone que por ser andaluz ha de ser saleroso. Y cada día, como
guionista que es –trabajó con Sardá
en Crónicas marcianas, con Herrera, José María García y Juan
Ramón Lucas en la radio- ha de hacer sus gracias. O así me lo parece a mí.
Pero o me equivoco, o la gracia de su sección es un misterio que no hallo por parte
alguna. Me recuerda al humor, o lo que fuera aquello, de un soso muy notable
que sacaban en Lo + plus, Ramón Arangüena, que en gloria catódica
esté. Decían que hacía humor surrealista e ingenuo. Yo no lo pillaba. Con
Fernando Ramos, igual. No me cosco. Se me queda cara de lelo, ese gesto
congelado, de frente arrugada y ojos abiertos que te da mucha vergüenza y que
deseas que aquello termine pronto. Qué apuro. Digo esto porque la sección de
Fernando Ramos simboliza el todo, un todo cuya cabeza de cartel es la señora
Montero, de probada ignorancia, soberbia, y palurda. Y del PP. Claro que si su
jefe máximo, el director general de RTVE, José
Antonio Sánchez, tuvo la tranquila desfachatez de publicar que era votante
del PP –nada que objetar siempre que no influya en sus decisiones, que no es el
caso- ella no va a ser menos, y lo deja claro cada vez que abre el pico. La
última escena tuvo lugar hace unos programas, cuando la gran estulta
entrevistaba a la diputada socialista María
González Veracruz. No sólo le advierte de los peligros de pactar con
Podemos sino que le pide al PSOE que revise su negativa a pactar con el PP por
los casos de corrupción viendo “las fechas de caducidad de esos asuntos de
corrupción y las fechas de cuándo han sido cometidos”, es decir, que si ya hace
tiempo, tronca, pelillos a la mar. Esta pájara siempre tuvo la lengua suelta,
pero ahora parece que ha perdido toda compostura, chula y prepotente, dando por
hecho que si hay un cambio de gobierno a ella le quedan cuatro gilipolleces que
soltar. Cuestión de tiempo.
Gora mi j-eta
Era cuestión de
tiempo que TVE, de nuevo, intentara levantar sus tardes, más perdidas que la
defensa de Iñaqui Urdagarín. Pero
era cuestión de tiempo que si su apuesta se llama Cuestión de tiempo, presenta la cosa Patricia Gaztañaga, y la cosa es como es, el fracaso es de primero
de parvulitos. Verán. Vemos a Patricia Gaztañaga caminando por la calle con una
caja y, oh, de repente encuentra a Jaime
–primer programa-, al que le da “la caja del tiempo” para que meta en ella lo
que quiera. Jaime decide meter una foto para entregársela a su mujer, Tamara, una foto de cuando eran jóvenes
y ella aún no tenía la tremenda enfermad que sufrió. Tranquilo, tranquilo, le
dice Patricia a Jaime, pero no deja de meterle el dedito en el corazón, coño, a
ver si lloras te una puta vez, tío. Bingo. El hombre se viene abajo. La escena
de la entrega de la caja no tiene desperdicio y está a la altura del folletín.
Cuando la caja se abre y ella ve la foto llora como una cría, pero él aparece
por detrás y se funden en un abrazo de amores anónimos exhibidos ante los
focos. Pura pornografía sentimental. Gente corriente en manos de comerciantes
que atan sus reacciones bajo las leyes del sentimentalismo barato. Pura basura.
Impropia de la tele pública. La audiencia ha reaccionado como merece esta treta
cursi y llorona, con un escaso 4% de audiencia. Es cuestión de tiempo que Cuestión de tiempo salga de la
programación de las tardes de La 1 con el rabo, una secuoya como una olla,
entre las patas. Y de repente irrumpe Mariano
Rajoy El Decidido. Esto se acabó, dice. ¿Habla del programa? ¿El programa,
qué programa? Habla el Campeón contra la Corrupción. Esto se acabó y aquí no se
pasa por ninguna –es su peculiar manera de construir frases-. Y en diciendo
esto en el minuto cinco, segundos después blindaba a Rita Barberá como aforada colocándola en la Diputación Permanente
del Senado, o sea, protegida aunque se adelanten las elecciones. Era cuestión
de tiempo que el PP, con Rajoy a la cabeza, se pasara la promesa de luchar
contra la corrupción como un titiritero defiende la ficción al grito de “gora
mi j-eta”. O mi chancl-eta. O mi carp-eta, qué puñ-eta.
La guinda
Irregular
Había
expectación, y la audiencia respondió. Buscando
el norte, que Antena 3 estrenó el miércoles, alcanzó 3.466.000
espectadores. Se impuso a Telecinco, que volvió a emitir Ocho apellidos vascos
para desactivar el estreno de la serie. Con altibajos, cargada de tópicos, tuvo
momentos de brillantez. Bastante regular Antonio
Velázquez. Contrasta la actuación de Belén
Cuesta, que brilla en cada plano. Seguiremos atentos.
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