Miss
Gitana
(Artículo publicado el domingo, 19 de octubre, en diarios de EPI)
El domingo pasado acudió la paya Celia Villalobos a la llamada de Ana Pastor, otra paya, con el objetivo de sacarle algunos
titulares, quizá enfadarla y tal vez soñar con un sonoro “vamos, Manolo, venga,
coño, no son más tontos porque no se entrenan, joder”, gritos con que la
chafardera se dirigía a su chófer a la salida del garaje del Congreso. Era
2007, una simple diputada. Pero su ordinariez le tenía reservada un puesto
gordo en el escalafón institucional, nada menos que ser la cuarta autoridad del
Estado. Pero Celia, que cuando no hay cámaras ni micrófonos es una bomba, la
alegría de la huerta, el boquerón suelto de la cesta de los pescadores
malagueños, es sosa cuando sí los hay, y nos priva de ese arranque de mula tan
sonoro, vamos, Celia, coño, que no eres más vulgar porque te entrenas, joder.
Ana Pastor hizo lo que pudo. Pero la otra paya no dio juego, el juego que yo
esperaba. Uno espera mucho de los programas. Espera que en los programas
políticos se cuele el humor, que en los informativos asome el folletín y el
sensacionalismo, que los de humor se puedan ver como auténticos informativos, y
que Ana Rosa Quintana los compendie
todos y haga el programa de programas con su cuadro flamenco habitual. Entre
las palmeras, Bibiana Fernández.
Juro, sin escupir sobre los bolsos de Edurne
Uriarte, que la paya Bibi Fernández fue guapa. Ahora no. Como hacía tiempo
que no veía las cosas de AR, tampoco la veía a ella, a la paya Bibi. Y me he
quedado muerto, como el burro al que le quitan la paja de golpe. Qué fea se ha
puesto esta mujer. Digo bien. No digo que el tiempo la ha puesto, que los años
la ha puesto. Digo que ella ha elegido ponerse así, horrorosa, con los labios
inflados, con el gesto congelado, ella ha elegido momificar su rostro en una
horrible mueca parecida a la mueca de payas como la del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho.
Momento estelar del "Vamos, Manolo... Venga, coño, no son más tontos porque no se entrenan" La que grita así es Celia Villalobos, que llegó a ser la cuarta autoridad del Estado. |
La
Merche y cuatro gatos
Todas salen en la pantalla. Todas son mujeres conocidas,
influyentes, con poder de decisión y poder de convicción. Todas son payas. A
Cecilia Villalobos la vi bien, es decir, le vi una cara acorde con su edad, le
vi arrugas en el cuello, le vi las mejillas un poco caídas, y eso que la
iluminaron con alarde de maestros. Quizá por todo eso, o sea, que me fijé más
en lo externo y casual que en lo gordo, no acabé de entender a qué fue
Villalobos a El Objetivo. Pero si
cuando hablaron de Luis Bárcenas, de
su santo Pedro Arriola, y empezaba a
ponerse ordinaria y guerrera apenas quedaba un minuto. Este domingo acude al
mismo sitio, al taburete sobre el que sientan al invitado del programa, José Luis Rodríguez Zapatero, por ahora
uno de los mejores ex presidentes que ha tenido este país. El payo lleva un
retiro de discreción admirable comparado con el verbo desatado, pura
incontinencia, de José María Aznar o
Felipe González, que se pone burro
escuchándose, que sigue hablando como siempre, a dos metros sobre el suelo.
También son payos que hacen cosas de payos. Como Mercedes Milá, aunque lo que hace esta paya apenas interesa a
nadie, sobre todo cuando hace cosas interesantes como el programa que emitió
Cuatro esta semana, que montó a la presentadora en un Especial Mongolia sobre ruedas que nada tiene que ver con sus
guarrerías de Gran Hermano, que es lo
que se espera de ella. Es decir, de La Merche interesa su faceta vulgar y
zafia, pero que no se ponga fina y seria para enseñarnos Ulan Bator y los
campos desolados del país sobre bicicleta porque ahí, querida, llevas a Cuatro
a audiencias testimoniales, eso que se conoce como cuatro gatos. Lo da apostar
tan fuerte por la telebasura. Tu público quiere que les enseñes el culo, la
raja de las tetas, que les digas que te meas en la ducha y esas cosas que tanto
gustan a los energúmenos zopencos de tus correrías de Guadalix, pero le importa
una mierda quién es Gengis Kan, mi
gitana. Palabra de payo.
La que le coge el paquete al reportero Jordi Maestre, de La Sexta, no es otra que La Merche. Claro que esta foto nada tiene que ver con su paseo en bici por Mongolia. Pero eso a quién le importa. |
Mero
espectáculo
Los gitanos también tienen palabra, de hecho, como saben, lo dice
otro programa friqui de las decenas que tiene la cadena especializada en ellos.
Cuatro estrenó la segunda temporada de Palabra
de gitano, pura extravagancia, un alarde de poderío visual, una exhibición
de lo que llaman puntales de un pueblo que raya el racismo, el descarado
escarnio público. Lo digo al ver el programa, y lo he visto boquiabierto
algunas veces, y no lo digo por el gusto estético, lejanísimo a mis gustos, tan
llamativo, tan hortera, tan estentóreo, tan de apariencias, tan excesivo y
friqui, tan estrafalario. No lo digo por esas novias que se tocan con tules,
que se coronan con diademas de plástico brillante, que embuten sus cuerpos en
tallas siete mil veces más pequeñas, que llenan sus habitaciones de rasos y
cojines y encajes, no lo digo por esos novios entallados en brillantes trajes
con dificultades para que no salten los botones de la camisa y salga la carne
cuando, en el templo, sudorosos, loen al Señor. Insisto, la estética de las
familias que se prestan para salir en el programa, grandes y pequeños, me pilla
a trasmano. Es cuestión de gustos. Lo que no me gusta, porque la imagen que se
da de los gitanos es tremenda por salvaje, machista, anclada en un mundo
paralelo, lleno de prejuicios, de gitanos racistas y excluyentes, es el retrato
tan sesgado –no digo que no sea real- de una gente de la que sólo destacan lo
que separa a payos y gitanos. Que si la honra es lo más bonito, que si el
baile, que si el cante, que si gloria al Señor, aleluya, amén, de pie, ese
aplauso para Dios, que si el roneo. ¿Elegir en un certamen a Miss Gitana es una
claudicación o un fracaso como pueblo? A Cuatro le importa poco que Palabra de gitano retrate a los gitanos
como friquis de bisutería que viven para sus bodas y el desfloramiento de la
niña con el pañuelo de la honra. Viendo el programa, los gitanos que sacan no
tienen ideología, no estudian, no votan, y de aspirar, no aspiran a ser
Villalobos o Pastor, sino a tener los morros de la Bibi o a entrar como ganado
en lo de Milá. Al final, las diferencias son puro espectáculo. Todos friquis.
Aleluya, amén, aleluya.
La
guinda
Tánger, Tetuán
Estoy
deseando ver el lunes el inicio de la serie que emitirá Antena 3 compitiendo
nada menos que con La Voz y con Isabel. El tiempo entre costuras es una gran producción que nos cuenta la
historia de Sira Quiroga, que interpreta Adriana
Ugarte, y por lo que hemos visto en adelantos, muy bien. Disfrutaré
tratando de reconocer en el Marruecos de hoy, el del Protectorado donde se
desarrolla parte de la acción. No se la pierdan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario