lunes, 14 de octubre de 2013

Maldeojos. Entre todos, podemos


Entre todos, podemos
                        (Artículo publicado el domingo, 13 de octubre, en diarios de EPI)

 
      Entre todos, podemos. Podemos mandar a la mierda a Entre todos, el festival caritativo que La 1 tiene a bien haber colocado, como se coloca un laxante, en sus tardes. La 1 sigue apegada a la tarde lacrimógena y truculenta con su programa en directo. Antes lo hacía echando culebrones colombianos y mejicanos donde los amores eran imposibles por ser entre ricos, ellos, y pobres, ellas, todos guapos, con familias de alma oscura, las ricas, y transparentes y honestas las familias pobres. El final era feliz, y las lágrimas bajaban de las mejillas de los espectadores, que de nuevo volvían a ser pobres, de escasa educación, entontecidos por la simpleza de una tele hecha a su medida. Los culebrones han desaparecido de las tardes de La 1, pero las lágrimas no. Entre todos es un producto para hincharse a llorar, de nuevo en familia, de familia pobretona viendo lo que les pasa a familias aún más pobretonas y desgraciadas que ella. Entre todos no es para familias ricas. Las ricas no pasan por el trago de salir en la tele contando su desgracia. Una de las condiciones mayores, es más, la mayor, de Entre todos, es dar la cara. Un pobre con orgullo y pudor no es un pobre pobre. Para ser pobre, para estar necesitado, para poder optar a la caridad de Entre todos tienes que llegar al pacto con la tele pública, insisto, con la tele pública, de perder el poquito de dignidad que te quede, de esconder donde puedas tu amor propio, tu autoestima, de decirle adiós, mientras dure la conexión, a algo que tú creías incuestionable, tu decente humildad. Entre todos lleva semanas poniendo en valor la España de limosna y caridad que creíamos haber desterrado, cuando aquel beneficioso impulso solidario se destinaba a los pobres de solemnidad o a los negritos que venían de muy lejos y, como la comida no se le niega a nadie, un plato de lentejas se le ponía a cualquiera. 

Es lo que hay. O pones cara de dolor, sufrimiento, y extrema necesidad, o no te comes un rosco. El espectáculo tiene sus leyes, y hay que cumplirlas a rajatabla. El pobre que pide no puede pretender tener, además, dignidad. Esta imagen está tomada de un Entre todos de hace unos días.


La pista de los miserables
La irrupción de un programa tan miserable como es Entre todos no es casual. Que Canal Sur sea el origen de esta vergüenza política, social, de este fracaso del Estado, tampoco. Entre todos es una copia de Tiene arreglo, cuyos antiguos responsables desmantelaron el equipo andaluz, presentadora incluida, y se instalaron en La 1. Ahora, Tiene arreglo sigue en Canal Sur con la misma dinámica, el mismo horario, las mismas desgracias y los mismos desgraciados, y nuevo presentador, Fernando Díaz, un periodista que colgó el rictus grave y se colocó el de presentador dicharachero que sonríe con soltura de gigoló y sabe mantener un primer plano entreteniendo a la audiencia con zalamerías dedicadas a la niña que necesita una silla con motor o a la mamá, que es guapísima, pero qué ojos más lindos tiene, dice el charlatán, hasta que una llamada entra “para ayudarrrr”, ruge el público en pie. Es la dinámica del espectáculo televisivo montado en torno a la desgracia ajena. El mismo esquema, el mismo salero, la misma gracia, idéntica verborrea, igual naturalidad y cercanía maneja la presentadora de Entre todos en las tardes de La 1. Es más, Toñi Moreno creó el sello que identifica a un programa que sólo puede darse en una España en decadencia cuyo Estado, a través del Gobierno, no cumple sus funciones. La apuesta de los directivos de la televisión pública nacional por un producto tan cutre, lacrimógeno, ruin, obsceno y perverso, responde a un abyecto y malévolo cambio de funciones. Entre todos echa mano del ciudadano, al que la presentadora lisonjea con arrumacos y artes de solterona vieja, para que afloje la cartera y suelte unas monedas en el cacillo del pobre, cuya cara compungida, ojos llorosos, y entrecortado discurso aparece en una enorme pantalla que preside la pista de ese circo que cada tarde se abre en honor de los miserables. 

Se llama Fernando Díaz, y ha sustituido a Toñi Moreno en Canal Sur, donde hacía Tiene arreglo, original de Entre todos. Lo de TVE tiene delito. Al margen del programa, impropio de una televisión pública que no puede fomentar este tipo de solidaridad televisada, sustituyendo la labor que uno espera del Estado por esta caridad cutre, los directivos no se han cortado un pelo. Lo han copiado todo, el plató, el esquema, el público, el plasma gigante... Un disparate.


¿Qué tengo? Llamaaada
Que se trata de eso, de un circo de miserables orquestado por mercaderes de desgracias, queda claro en el esquema del programa. La charlatana, en mitad de la pista, presenta la historia y siempre, como no podía ser de otra manera, es la primera que se conmueve, y lo demuestra cerrando sus ojillos, mirando con fijeza a cámara, dosificando el silencio como si la atragantara la emoción, dibujando algo parecido a una sonrisa que en su boca torcida quiere decir que de verdad está impresionada, y da vueltas nerviosas por la pista hasta que de pronto, detenida, pregunta al público que ha permanecido en silencio, ¿qué tengo?, y el público, en pie, haciendo palmas, rugiendo, responde que tiene llamaaaada. Es el ritual de la solidaridad echa esperpento. No me extraña que el Consejo General del Trabajo Social pida la retirada del programa por considerarlo un ataque al Estado de Bienestar, a la universalidad de los derechos sociales. Cada vez que un fisioterapeuta, entre la sincera ayuda y la publicidad de su negocio, da a unas sesiones para recuperar a un enfermo, el gritito de satisfacción de una clínica privada ahoga el inmenso dolor de la sanidad pública que ha perdido, en directo, otra costilla. Cada vez que un espectador ayuda con su donación, 5, 20, 100 euros, para que la emprendedora monte su panadería “para poder alimentar a sus hijos con decencia”, y el público del plató salta de la grada, y La Toñi, tan fresca, tan campechana, tan simpática y vital, da un pingo celebrándolo, el Gobierno y sus compinches se miran porque van en la buena dirección, esa que señala que el bienestar, la Ley de Dependencia, la protección social como derecho, el incentivo regulado a los emprendedores, los servicios sociales, están en retirada para dar paso a la caridad celebrada en los platós, a la solidaridad aplaudida en directo. Ni que decir tengo que si mi hijo, mi hermano, yo mismo, necesitara unas prótesis de pies y manos, como Raquel, por 146.000 euros, y se consiguiera en una tarde, también me dejaría manosear por la cámara y participaría en el circo, y mandaría besos y gracias a La Toñi, que lo consigue todo, aunque confunda “el público” de la pista con “lo público” como derecho. Recuerden, entre todos podemos restituir la dignidad, personal y de la tele pública. 

El público puesto en pie es obligado a aplaudir cuando hay una llamada, cuando el donante da una cantidad considereble de dinero, cuando la domadora, en medio de la pista, hace sus cucamonas... En fin, lamentable.





La guinda
¿Pretty Woman?
Si una televisión recurre a estas alturas a la trillonésima emisión de Pretty woman es que esa televisión tiene un canguelo pegado al culo de no te muevas, que más huele, dice la competencia. Si la televisión es Telecinco el cagado es Paolo Vasile, que ve que a mediados de mes, y por cuarto mes consecutivo, Antena 3, aspira a ganarle de nuevo la partida de la audiencia. ¿Resistirán Richard Gere y Julia Robert otro año más?

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