Entre
todos, podemos
(Artículo publicado el domingo, 13 de octubre, en diarios de EPI)
Entre todos, podemos. Podemos mandar a la mierda a Entre todos, el festival caritativo que
La 1 tiene a bien haber colocado, como se coloca un laxante, en sus tardes. La
1 sigue apegada a la tarde lacrimógena y truculenta con su programa en directo.
Antes lo hacía echando culebrones colombianos y mejicanos donde los amores eran
imposibles por ser entre ricos, ellos, y pobres, ellas, todos guapos, con
familias de alma oscura, las ricas, y transparentes y honestas las familias
pobres. El final era feliz, y las lágrimas bajaban de las mejillas de los
espectadores, que de nuevo volvían a ser pobres, de escasa educación,
entontecidos por la simpleza de una tele hecha a su medida. Los culebrones han
desaparecido de las tardes de La 1, pero las lágrimas no. Entre todos es un producto para hincharse a llorar, de nuevo en
familia, de familia pobretona viendo lo que les pasa a familias aún más pobretonas
y desgraciadas que ella. Entre todos
no es para familias ricas. Las ricas no pasan por el trago de salir en la tele
contando su desgracia. Una de las condiciones mayores, es más, la mayor, de Entre todos, es dar la cara. Un pobre
con orgullo y pudor no es un pobre pobre. Para ser pobre, para estar
necesitado, para poder optar a la caridad de Entre todos tienes que llegar al pacto con la tele pública,
insisto, con la tele pública, de perder el poquito de dignidad que te quede, de
esconder donde puedas tu amor propio, tu autoestima, de decirle adiós, mientras
dure la conexión, a algo que tú creías incuestionable, tu decente humildad. Entre todos lleva semanas poniendo en
valor la España de limosna y caridad que creíamos haber desterrado, cuando
aquel beneficioso impulso solidario se destinaba a los pobres de solemnidad o a
los negritos que venían de muy lejos y, como la comida no se le niega a nadie,
un plato de lentejas se le ponía a cualquiera.
La
pista de los miserables
La irrupción de un programa tan miserable como es Entre todos no es casual. Que Canal Sur
sea el origen de esta vergüenza política, social, de este fracaso del Estado,
tampoco. Entre todos es una copia de Tiene arreglo, cuyos antiguos
responsables desmantelaron el equipo andaluz, presentadora incluida, y se
instalaron en La 1. Ahora, Tiene arreglo
sigue en Canal Sur con la misma dinámica, el mismo horario, las mismas
desgracias y los mismos desgraciados, y nuevo presentador, Fernando Díaz, un periodista que colgó el rictus grave y se colocó
el de presentador dicharachero que sonríe con soltura de gigoló y sabe mantener
un primer plano entreteniendo a la audiencia con zalamerías dedicadas a la niña
que necesita una silla con motor o a la mamá, que es guapísima, pero qué ojos
más lindos tiene, dice el charlatán, hasta que una llamada entra “para ayudarrrr”,
ruge el público en pie. Es la dinámica del espectáculo televisivo montado en
torno a la desgracia ajena. El mismo esquema, el mismo salero, la misma gracia,
idéntica verborrea, igual naturalidad y cercanía maneja la presentadora de Entre todos en las tardes de La 1. Es
más, Toñi Moreno creó el sello que
identifica a un programa que sólo puede darse en una España en decadencia cuyo
Estado, a través del Gobierno, no cumple sus funciones. La apuesta de los
directivos de la televisión pública nacional por un producto tan cutre,
lacrimógeno, ruin, obsceno y perverso, responde a un abyecto y malévolo cambio
de funciones. Entre todos echa mano
del ciudadano, al que la presentadora lisonjea con arrumacos y artes de
solterona vieja, para que afloje la cartera y suelte unas monedas en el cacillo
del pobre, cuya cara compungida, ojos llorosos, y entrecortado discurso aparece
en una enorme pantalla que preside la pista de ese circo que cada tarde se abre
en honor de los miserables.
¿Qué
tengo? Llamaaada
Que se trata de eso, de un circo de miserables orquestado por
mercaderes de desgracias, queda claro en el esquema del programa. La
charlatana, en mitad de la pista, presenta la historia y siempre, como no podía
ser de otra manera, es la primera que se conmueve, y lo demuestra cerrando sus
ojillos, mirando con fijeza a cámara, dosificando el silencio como si la
atragantara la emoción, dibujando algo parecido a una sonrisa que en su boca torcida
quiere decir que de verdad está impresionada, y da vueltas nerviosas por la
pista hasta que de pronto, detenida, pregunta al público que ha permanecido en
silencio, ¿qué tengo?, y el público, en pie, haciendo palmas, rugiendo,
responde que tiene llamaaaada. Es el ritual de la solidaridad echa esperpento.
No me extraña que el Consejo General del Trabajo Social pida la retirada del
programa por considerarlo un ataque al Estado de Bienestar, a la universalidad
de los derechos sociales. Cada vez que un fisioterapeuta, entre la sincera
ayuda y la publicidad de su negocio, da a unas sesiones para recuperar a un
enfermo, el gritito de satisfacción de una clínica privada ahoga el inmenso
dolor de la sanidad pública que ha perdido, en directo, otra costilla. Cada vez
que un espectador ayuda con su donación, 5, 20, 100 euros, para que la
emprendedora monte su panadería “para poder alimentar a sus hijos con
decencia”, y el público del plató salta de la grada, y La Toñi, tan fresca, tan
campechana, tan simpática y vital, da un pingo celebrándolo, el Gobierno y sus compinches
se miran porque van en la buena dirección, esa que señala que el bienestar, la
Ley de Dependencia, la protección social como derecho, el incentivo regulado a
los emprendedores, los servicios sociales, están en retirada para dar paso a la
caridad celebrada en los platós, a la solidaridad aplaudida en directo. Ni que
decir tengo que si mi hijo, mi hermano, yo mismo, necesitara unas prótesis de
pies y manos, como Raquel, por
146.000 euros, y se consiguiera en una tarde, también me dejaría manosear por
la cámara y participaría en el circo, y mandaría besos y gracias a La Toñi, que
lo consigue todo, aunque confunda “el público” de la pista con “lo público”
como derecho. Recuerden, entre todos podemos restituir la dignidad, personal y
de la tele pública.
La
guinda
¿Pretty Woman?
Si
una televisión recurre a estas alturas a la trillonésima emisión de Pretty woman es que esa televisión tiene
un canguelo pegado al culo de no te muevas, que más huele, dice la competencia.
Si la televisión es Telecinco el cagado es Paolo
Vasile, que ve que a mediados de mes, y por cuarto mes consecutivo, Antena
3, aspira a ganarle de nuevo la partida de la audiencia. ¿Resistirán Richard Gere y Julia Robert otro año más?
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