Manos
arriba
Columna publicada el sábado, 5 de octubre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Tenemos al guapo y ambicioso que murmura por lo bajini lo que no
le gusta, que sueña con ir por la calle y que la gente lo pare y lo reconozca y
lo admire, es decir, tenemos a un tipo llamado Miguel Cobo, y me voy a Youtube y veo vídeos suyos para confirmar
lo que intuyo, que es un ególatra, que parece un charlatán, un predicador,
tenemos a la que llora todo el rato porque “soy muy sensible”, es decir,
tenemos a Bárbara Amorós,
valenciana, teníamos al pachorra –lo echaron
porque su marmitako no era para tanto, y no deberían haberlo echado porque Eduardo Sánchez, cocinero de Defensa,
tenía todas las papeletas para ser un monstruo de la tele que iría soltando
frases antológicas del tipo “yo he dado de comer a políticos de alto
estándar”-, tenemos al chino, da buen rollo, es amable y cariñoso, se llama Hung Fai, y seguro que hace unas
verduras de ensueño.
Por tener, tenemos hasta once concursantes, tenemos como jurado a Ángel León, el que cocina el mar, a Susi Díaz, en cuyo restaurante de
Elche, La Finca, me llevó una amiga para demostrarme que hay sabores que te
arrancan lágrimas de gozo que ni conocías, y tenemos a Alberto Chicote, así que si en este ambiente escuchamos con ímpetu
“manos arriba” no nos están atracando, quizá sólo nos están empachando, estamos
en Top Chef. Claro que es parecido al
MasterChef de La 1, y no sólo en la
forma sino en la calidad del espectáculo. Y con algo mucho mejor, el jurado no
resulta tan acartonado. Y aún más. No hay rastro, sombra, ni reflejo de algo
parecido a Eva González, un jarrón
tan decorativo como inútil. Top Chef es
otro acierto de Antena 3.
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