Balenciaga y achicoria
(Artículo publicado el sábado, 26 de noviembre, en diarios de EPI PRESS)
Empecé a ver con
prevención Lo que escondían sus ojos el martes. Una razón es por la cadena,
Telecinco, cuya credibilidad para algo que no sean porquerías cotidianas, está
bajo mínimos. Otra es su nombre, no me gusta la cursilada, Lo que escondían sus ojos. No ayuda mucho saber que se basa en la
novela de Nieves Herrero, del mismo
nombre. Y otra es que el torrencial amor entre el amigo de los nazis, el
ministro de Exteriores y cuñado de Franco,
el picha brava Ramón Serrano Súñer,
y la marquesa de Llanzol, Sonsoles de Icaza, diluyera el retrato de una España
bárbara y criminal. Y vaya si lo diluye. Pero es verdad que esa historia de
amor se vive al margen de la situación de un país que aún está tapando la sangre
de su guerra civil. Años 40.
No es una serie
histórica. Es una serie de amor que se da en un momento histórico, que por otra
parte refleja la hipocresía del poderoso. Y es una serie que, y es una novedad,
se cuenta desde el punto de vista de los vencedores de la guerra. En ella se ve
una España elegante, de salones dorados y lámparas de araña, de señoras con
vestidos suntuosos firmados por Balenciaga,
una España que no sólo no pasa hambre sino que acude a cócteles, cenas, y
divertimentos sociales donde el Möet&Chandon es como la achicoria de los
pobres pillada en el estraperlo de las esquinas. La serie tiene una impecable
factura. Y unas interpretaciones en las que sobresale el Franco de Javier Gutiérrez, que no lo parodia
sino que inquieta, o la Carmen Polo de Pepa
Aniorte. No así el Súñer de Rubén
Cortada, bastante cortito, por muy bien que dé en cámara.
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