Águila
(Artículo publicado el sábado, 29 de octubre, en diarios de EPI PRESS)
Hace unos meses
parte del equipo de Águila roja pasó
por el FesTVal de Vitoria. Se presentó la última temporada. Los actores estaban
ya en otras cosas, en otros trabajos. Pero todos, a la hora de la presentación
ante los medios, se emocionaron recordando los ocho años con un proyecto que
desde el principio cautivó a la audiencia –llegó a tener casi seis millones de
espectadores- y se convirtió en sello de TVE. El éxito no tiene fórmulas
matemáticas, sólo podemos analizarlo cuando se convierte en realidad. Águila roja no ha sido una serie
histórica como quizá al principio se pudo interpretar sino un cómic que se
desarrolló durante el reinado de Felipe IV, hacia la segunda mitad del XVII,
pero a modo de friso, de gran decorado.
Aventura,
personajes muy bien trazados, amores contrariados, villanos de tronío, un
héroe, fantasía, y un diseño de producción que el tiempo sofisticó han hecho de
este producto un entretenimiento de alto rendimiento y calidad. Estaba claro
que el último capítulo sería el que descorriera la cortina y, además de
quitarle la careta al héroe enmascarado, que siempre estuvo al lado del pueblo
humilde y frente al poder perverso, tenía que cerrar las tramas. Yo sabía que
el amor sellaría el final de la historia desde que puse el pie en su casa, amo,
dijo Satur –Javier Gutiérrez- en el
último capítulo, igual que yo lo pensé en el primero, que supe que el águila y
Margarita comerían perdices. Lo mismo ocurriría con la pareja de malos. Te odio
tanto que me voy contigo, le dijo la marquesa al comisario. Te odio tanto que
dejo que te vengas, contestó Francis
Lorenzo a Miryam Gallego.
Genial. A TVE le hace falta ya otro héroe. Pero ya.
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