Dos
Españas
(Artículo publicado el sábado, 1 de marzo, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Seguro
que exagero trayendo aquí el concepto machadiano de las dos Españas, pero
permítanme la licencia. Ha pasado una semana y aún sigue la polvareda de la Operación Palace de Jordi Évole, ya saben, el especial dedicado a la conmemoración del 23F,
aquella barrabasada de 1981 que nos quiso arrebatar a la fuerza la democracia
recién conquistada. Apenas recuerdo que un programa se convirtiera al día
siguiente y al otro y al otro no sólo en tema de debate -redes sociales,
periódicos, tertulias, y radios echando carbonilla-, sino en tema de combate.
Ya sé que exagero, pero he leído y escuchado posiciones tan radicales que han
llegado a mantener que Évole se ha quitado la careta y, al fin, se descubre
como lo que es, el gran manipulador, el maestro del engaño, un vendido al
espectáculo.
Hasta
hace dos semanas Jordi Évole era sinónimo de periodismo necesario, libre, que
formaba parte de un equipo con credibilidad porque trataba de dar voz a los que
apenas la tienen desentrañando las urdimbres que los poderosos tratan de
mantener para que la luz no descubra sus tejemanejes. Es cierto que el especial
no era Salvados, pero justo por eso,
y porque Évole no pretendía engañar –al final se desvela todo- la lapidación
pública sólo puede ocultar otros intereses. Así las cosas, Jordi Évole y su
trabajo han vuelto a reverdecer –como en el fútbol, como espectadores de una
cadena u otra, o como seguidores de Rajoy
o Rubalcaba- la pertenencia o no a
la cara o la cruz de la moneda. Y dejarlo claro con vehemencia, a latigazos. Yo
soy de los que les gustó, y mucho. Así que ojito, que sé dónde vives.
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