Alaska
y Coronas
(Artículo publicado el domingo, 16 de marzo, en diarios de EPI PRESS)
Estoy alucinando conmigo mismo gracias a Alaska, la de Fangoria, la de Dinarama, la de Pegamoides, la de Kaka de Luxe, sí, la de Bailando, la de La bola de cristal, la Bom de “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”, la de Almodóvar, vamos, la de toda la vida, y sí, por desgracia la de Mario Vaquerizo. Estoy alucinando porque no hace ni un mes no podía ni verla. No podía ni verla porque siempre la veía, desde hace demasiado tiempo, junto a Mario Vaquerizo, al que mi organismo, mi sensibilidad, mi sentido del humor, mi capacidad para el sufrimiento, y mi concepto de la dignidad, rechazan como se rechaza un mal sueño, o una tomadura de pelo. Así es que cuando me enteré de que La 2 cambiaba Torres y Reyes, el programa regular de Mara Torres y Joaquín Reyes –no sé si sobraba una o el otro, pero sin duda que los dos juntos no acababan de casar- por Alaska y Coronas, con Alaska y Javier Coronas, pensé lo peor. ¿Alaska? ¿Otra vez esta petarda, la misma de Alaska y Mario, la insufrible exhibición del negocio de la pareja que emitía MTV? Pues sí, la misma. Y de golpe se hizo el milagro. De golpe, se encendieron todas las luces. El equivocado era yo. Alaska y Coronas es uno de los programas más modernos y vanguardistas que se hacen hoy en la televisión nacional. Su realización es tan atrevida que ya ha saltado a otros programas. Santiago Tabernero, desde su modélica prudencia, es dueño de un coco privilegiado. Puso en marcha uno de los hallazgos televisivos de los últimos tiempos, Carta blanca, un mirlo ídem en la tele, y un hombre que hace eso en un panorama plomizo y anquilosado, que no se renueva desde aquellos zarpazos pop con que realizaba sus cosas Valerio Lazarov, es capaz de hacer que resucite la televisión moderna, es decir, Alaska y Coronas.
Portada de la web del programa, con Olvido Gara y Javier Coronas, quién lo diría. Sólo un tipo como el director de Alaska y Coronas, Santiago Tabernero, puede pensar en estos matrimonios. |
Escribo moderna y enseguida pienso en lo que es Alaska y Coronas. Pero si no es más que una revista nocturna, un magacín, un programa de variedades, el programa de entretener de toda la vida. Es decir, pura televisión. Sí, es verdad, pero con un paseo por el taller, con un lavado de cara tan profundo, con unos contenidos tan atractivos para un determinado público, que lo hacen divertido, ameno, reflexivo. Si la sintaxis es cosa del realizador, si en las virguerías visuales, si en la dinámica y el ritmo está detrás Santiago Tabernero, en representar el guión, en ahormar los contenidos, en ponerle chispitas de sal a esa biblia los responsables son Javier Coronas y Olvido Gara. Se entienden a las mil maravillas, nada chirría cuando comparten plano, el uno de loco, surrealista y de reflejos tostados al calor de mil focos en platós distintos, todos con un marcado carácter de propuesta nueva –recuérdese Lo + Plus, en Canal Plus, un magacín modélico por donde pasaron como presentadores Máximo Pradera, antes, mucho antes de que uno lo viera en las tertulias de extrema derecha de 13TV sentado a la diestra del gato Antonio Jiménez, Fernando Schwartz, qué listo don Fernando, retirándose para vivir y escribir, o Ana García Siñériz-. La otra, Alaska, con más tablas que una folclórica, y con un saber estar en según qué sitios, con una capacidad de adaptación al medio tan llamativa, sabiendo en todo momento lo que se espera de ella para ese formato, si es televisión, y cómo ha de desenvolverse, que siempre parece otra y la misma. Puede estar en el guión, pero si eres un lerdo no podrás animar una tertulia a la altura de las invitadas para hablar de la mujer, de ARCO, de moda, o de creación en general. Menos mal que todavía, y esperemos que ni haya estado ni se le espere, no ha aparecido por el plató de Alaska y Coronas Mario Vaquerizo el Plomizo, que representa la antítesis de lo que pretende este show dirigido al disfrute de un espectador con un nivel de exigencia que apenas está atendido en la televisión actual.
Un plano fotografiado del ordenador de It Girl, la conmovedora historia de amor que cuenta con lenguaje niovedoso y planteaminto sorprendente el joven Oriol Puig. Sólo programas como Alaska y Coronas pueden emitir en la televisión de hoy trabajos como este. Aquí os dejo el enlace. http://www.rtve.es/alacarta/videos/alaska-y-coronas/it-girl-oriol-puig-playa/2430793/ |
Producto de primera
Por eso, desde la cabecera del programa, la llegada al plató de los presentadores, con guiños continuos a los programas de entretenimiento popular, la infografía, el decorado, mezclando las últimas tecnologías con la austera calidez de la madera de los sofás, la siempre cuidadísima iluminación, la partición de la pantalla en dos, tres, o cuatro ventanas para que nada se escape, para ver al que habla y la reacción del que escucha, por eso, por la presencia de músicos en directo, por su siempre interesante Masterclass, por su sección de atenta mirada a las cocinas de internet y sus blogueros, tuiteros, o youtubers, mirada conmovedora a trabajos impresionantes como el que, por ejemplo, pasó el programa de Oriol Puig, It Girl, que cuenta en tres minutos la tremenda historia de… bueno, véanlo. Alaska y Coronas, los miércoles, en La 2, es uno de los regalos de la televisión actual, un programa en directo, vibrante, atendiendo las últimas tendencias que circulan por el mundo, por las calles, por la red, como eso de los autorretratos, las famosas “selfies” que esta semana ha tratado el programa, pero sin pedanterías, sin engolamientos. Así que sí, alucino conmigo. Alucino con Alaska, un tapón de alberca, de patas cortas, pandero de matrona, pantorrillas de coneja preñada, de campesina maciza con estudios, de tetas operadas como una inane Yola Berrocal que al tener vacías otras cosas ha de llenarse de algo, aunque sea de silicona, Alaska, la mujer que no necesita nada de eso pero disfruta con eso, tiene una innata capacidad para pasar de su personaje liviano, infantiloide, artificial y, para mí, insoportable, a la Alaska de Alaska y Coronas, donde demuestra que soy yo el que tiene la mirada corta y rígida, el que tiene el problema. Frente al carisma de la dama, entre barroca y prosaica, está don Javier, el tragaldabas, el locuelo, el desastrado, el contrapunto, el que podría ser un pedorro pedante que va de gracioso pero se queda en el límite de la excelencia. Entre el cabroncete y esa dama de ajustada cabeza consiguen un producto de primera. En La 2.
La guinda
Aire en el culo
Desembarcó
la tropa del camping. Todos Con el culo
al aire la noche del miércoles en Antena 3. Y lo hicieron con las mismas
ganas de divertirse de la forma en que, en las series, algunos se divierten, se
comunican, se explican, y se entienden, con gritos, con palabras gruesas y
maneras vulgares. Con el culo al aire
sigue con buena salud. Gusta. Es un espejo en el que mucha gente se reconoce. El
mismo aire, el mismo culo.
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