domingo, 30 de marzo de 2014

Maldeojos. Exquisita crueldad



Exquisita crueldad
(Artículo publicado el sábado, 29 de marzo, en diarios de EPI PRESS)

      Un profesor francés se ha inventado una crueldad moderna, impensable, e imposible en otro tiempo. Como la gran mayoría de sus alumnos montaban jaranas que le impedían dar la clase con normalidad, un día se le ocurrió preguntar si alguien seguía la serie que emitía la televisión, Juego de tronos. Casi la totalidad de los alumnos dijeron sí, que la seguían como se sigue al que reparte las golosinas. Perfecto, pensó el hombre. De ahora en adelante, les dijo muy serio, cada vez que habléis, cada vez que haya alboroto, voy a escribiros en la pizarra el nombre de los que van muriendo en Juego de Tronos. Chicos y chicas enmudecieron por un momento, pero enseguida se lo tomaron a chufla porque el profesor, seguro, no seguía la serie y sólo era un farol. De repente, en la pizarra, el profe escribió el nombre de un personaje que moriría en el siguiente capítulo.

      El silencio volvió a la clase, pero ya era un silencio miedoso, como cuando el pánico se hace colectivo y atenaza al grupo. Vieron que la cosa iba en serio. El profesor quizá, o seguro, no sigue la serie, pero el profesor, les dijo, se ha leído los libros de la historia de George R. R. Martin, así que él no tiene que estar pendiente de las temporadas porque sabe en qué quedará todo. Es decir, no tiene nada que perder. Los espectadores, quienes siguen la peripecia cada semana, los enganchados a ese mundo de hielo, fuego, y toda clase de ambiciones, sí lo pierden todo si saben qué pasará. Y como ven que el profesor va en serio, y en cuanto se desmadra la cuadra aparece en la pizarra un nuevo nombre, la clase parece otra. Sólo un espíritu exquisito puede infligir un castigo tan refinado. Y cruel. 

Una de las imágenes por las que, sin explicar nada, saben quienes siguen la serie que sólo puede tratarse de ella, Juego de tronos. Con ese suspense, apelando a la dependencia que toda droga genera, jugó el profesor francés con sus alumnos. Dio en la diana. No se oye una mosca en el aula desde entonces.

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