Jorge
Ja nos enterrará
(Artículo publicado el domingo, 23 de marzo, en diarios de EPI PRESS)
Este señor, Jorge Ja, es el presentador que más curro tiene de este país y parte del extranjero en televisión, si exceptuamos a los barrenderos de plató, que no paran de quitar mierda. Trabaja mucho este señor. Y todavía me pregunto por qué. No quiero decir que no se lo merezca. Trabajar, merece trabajar hasta Aída Nízar, aquella víbora de manual que se crió en las tetas de Telecinco, el nido que le dio la vida pública y la madre que luego la apartó de los rayos del sol. No digo que Jorge Javier Vázquez no tenga que trabajar, que todo el mundo tiene derecho a un salario para pagarse la comida, que tener el buche así, como lo tiene el presentador emblemático, el pívot del equipo, el buque insignia, la bandera de vanguardia, ha de costar más de un Sálvame. En mi larga trayectoria como comentador de necedades, en mi carrera de ridículo hostigador de personajes catódicos, pocas veces, muy pocas, y lo digo más serio que la seria, casi muerta, jueza Mercedes Alaya, a la que nadie, quizá por contrato, como hicieron con Buster Keaton, ha visto reír, pues eso, que lo digo serio como la jueza de la Sansonite –pero si se recasó hace una semana y no movió un músculo del labio, qué mujer-, digo que muy pocas veces el físico de alguien ha sido objeto de comentario para alabar o denigrar su trabajo, faltaría más. Con Jorge Ja tampoco. Pero así que lo veo dando paseítos por el plató, retaco y desparramado, con las lorzas brotando vivas por las camisas que suele encasquetarse, estrechas, con el pantalón de sisa baja, como un chaval de 20 años, con el culo remetido como los que no tienen un culo glorioso, así que lo veo poniendo caras -gorda la suya, de panadera-, apretando los labios para que no se le escape el veneno y él mismo acabe en la UCI, así que lo veo envalentonado, el único protegido, también por contrato, del festín caníbal al que se someten, sin duda por contrato, el resto de fieras, chuleando con su displicencia de verdulera a los demás, es que me dan ganas de, bueno, de nada, me dan ganas de no hacerle caso.
Defecar entre palmeras
Como saben, ¿lo saben?, le ha pasado los trastos de Tengo una cosa que te quiero decir a otro. En ese espacio de lágrima y mocos, de baratijas sentimentales al que mucha gente acude sin pudor para solucionar asuntos que la sensatez ordena arreglar en casa, Jorge Javier no sabía por dónde tirar. Como narrador es terrible. Sin saber qué hacer con la ponzoña, el cianuro, el tóxico, el bebedizo, la mala leche que le brota del cuajo, daba vueltas de un lado a otro, se aturullaba, perdía el hilo, no sabía lo que decía, apenas concluía una frase con la cadencia adecuada, se notaba desorientado, yendo de un sitio a otro para presentar las historias de la noche, pero estaba claro que no era su hábitat natural, y por eso resultaba forzado, aunque al no verlo con frecuencia no lo padecía, así que este vómito mío no es contra él, contra su persona, y lo digo de verdad, sino contra lo que representa, contra la televisión que defiende, contra los valores que propaga y la estulticia que fabrican las productoras con las que trabaja –La fábrica de la tele en las versiones de Sálvame y otras excrecencias, y Magnolia TV en Supervivientes-. Para hacer de Jorge Ja en la noche del sábado han puesto a Jordi González, con suficientes tablas como para conseguir que el otro se olvide en dos emisiones. No quiero pensar que la clave del éxito del programa llorón sea Jorge Javier. ¿Es que lo hacía mal y por eso se lo limpia Telecinco? No, es que ya no podía hacer más cosas a la vez, que alguna vez tiene que ir a su casa, cambiarse de ropa, regar sus macetas, y atocinarse en su sofá. Así que le quitan Hay una cosa pero le dan otra cumbre de la televisión basura, Supervivientes. Y en ello está desde el lunes, y aquí sí, aquí es el rey manejando la ordinariez, lo chabacano, lo vulgar, las cuitas de un grupo de celebridades que han llegado a Honduras para pelearse en sus islas.
Sí, señora productora
Ver ahí, en la isla hondureña, a Bibiana Fernández –que tengo colitis y no puedo hacer esfuerzos, decía-, es ponerse ante el retrato arruinado de este país y concluir que sí, que las cosas van fatal por mucho que Rajoy trate de controlar el tics de las mentiras de su ojo, que lo traiciona cada vez que suelta una gorda, igual que Ánsar se toca la nariz o se mesa su lindo cabello cuando dice sus trolas y deja escapar su bilis con ese gesto suyo de estadista de guiñol. Supervivientes sí es el hábitat perfecto que Magnolia TV cocina con esmero para lucimiento de Jorge Ja. Lo borda. Para el estreno lo vistieron de niño repelente que cree ser explorador, de pacotilla –pantalón corto, chaquetilla estrecha para sujetar las carnes, y ese corte de pelo y esas gafas un poco nazis que se han puesto de moda-. La productora es la que manda. Así que se obedece. Por cierto, ¿es que la productora de Cuéntame ha cambiado, y de ser Ganga Producciones ha pasado a ser cualquiera de las mentadas? Lo advertíamos hace un par de semanas diciendo que algo se movía en la serie que no parecía la serie. ¿A cuento de qué tanto lío amoroso entre los machitos de la familia Alcántara? Algún mal pensado podría pensar que esos rollos –en su acepción de aburrido, pesado, fastidioso- no son más que el intento de oscurecer, enmarañar, ocultar, quitarle el brillo histórico y el esplendor que tuvo la primera victoria socialista en unas elecciones democráticas tras la guerra civil. Pero por los santos cojos, cojones, si hasta el capítulo de la semana pasada se llamó “Más que dos carretas” y, al menos en este país, quien puede más que dos carretas son las tetas –de una tía, claro-, es decir, nombre que podría haber salido de cualquier productora de las que trabajan con el señor Vázquez, el explorador. Hasta Imanol Arias lo ha dicho, que Cuéntame es hoy otro proyecto, que no es lo que era. A ver si de tanto cambio sus personajes acaban en la tele, como tertulianos, como supervivientes, o como caníbales en lo de Jorge Ja, que tal vez nos entierre a todos. En mierda.
La guinda
Ole y ole y ole
Ante
la final de La Voz Kids más de 5 millones
de personas vieron cómo una cría de 12 años ganó el concurso de talentos
musicales. La niña es María Parrado,
del equipo que escogió Malú. No he
seguido el programa por rechazos personales –al jurado- y por cuestiones
morales –me duele ver a los niños en un juego tan monetario y competitivo- Pero
se acabó. Ole y ole y olé, digo como han dicho hasta el ridículo Bisbal y las otras.
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