viernes, 21 de marzo de 2014

Maldeojos. Lo de Bibiana



Lo de Bibiana
(Artículo publicado el jueves, 20 de marzo, en diarios de EPI PRESS)

      No seguí el estreno de Supervivientes en Telecinco con pasión de espectador sino con acritud de comentarista prejuicioso. No fallé el tino. Iba y venía a ver si pasaba algo especial, pero no, a lo largo de su tedioso transcurso nada me retuvo en esa pantalla, que me aburría más de lo previsto, y no tiene que ver con que de las celebridades en bañador apenas conocía a un par de ellas. De la noche, en esas visitas esporádicas a la tontuna de programa, me dejó impactado, pero impactado hasta las trancas, hasta el sobaco, hasta más allá del cerebelo y más acá de la estupefacción de la muerte la aparición de la cara de Bibiana Fernández, ya saben, Lo prohibido en 1985 según el corto que estrenó Almodóvar en La edad de oro de TVE. Entonces, la hoy superviviente en Honduras era una belleza sofisticada que se hacía llamar Bibi Andersen

      Cuando la vi en ese programa vulgar me quedé espantado con la deformidad de una cara que un día fue luminosa, bella, la de una mujer que peleó por serlo desde la dignidad. La silicona ha hecho estragos en este país. Lo de Bibiana, una cabeza muy bien amueblada, no lo entiendo. Cómo es posible que una mujer que no tenía necesidad de ese emplasto acabó pareciéndose a rostros industrializados con parálisis permanente en sus gestos, sin vida, secos, acartonados, deformes, cómo es posible que el valiente Manolo tangerino se subiera a la patera de su cuerpo para hacer de él su verdadero hogar, peleando en una España atrasada, para acabar pareciéndose a Alicia Sánchez Camacho y buscando un cocotero bajo el que defecar. Ya sabíamos que es una superviviente. No tenía que restregárnoslo de esa forma. 

Para no herir sensibilidades ni destrozar recuerdos ni mitos, he elegido esta imagen en la que, dentro del desastre, Bibiana Fernández aún tiene un pase. Si hace tiempo que no ven a la señora, absténganse las almas sensibles, sobre todo aquellas que de ella guardan recuerdos de sofisticación y elegancia. Claro que a ella le importa una mierda lo que yo pueda pensar, como es lógico, sobre todo porque esta superviviente gana a la semana, atención, atención, 24.000 euros. Tiene asegurada la silicona de los siguientes años.



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