Lo
de Bibiana
(Artículo publicado el jueves, 20 de marzo, en diarios de EPI PRESS)
No
seguí el estreno de Supervivientes en
Telecinco con pasión de espectador sino con acritud de comentarista
prejuicioso. No fallé el tino. Iba y venía a ver si pasaba algo especial, pero
no, a lo largo de su tedioso transcurso nada me retuvo en esa pantalla, que me
aburría más de lo previsto, y no tiene que ver con que de las celebridades en
bañador apenas conocía a un par de ellas. De la noche, en esas visitas
esporádicas a la tontuna de programa, me dejó impactado, pero impactado hasta
las trancas, hasta el sobaco, hasta más allá del cerebelo y más acá de la
estupefacción de la muerte la aparición de la cara de Bibiana Fernández, ya saben, Lo prohibido en 1985 según el corto
que estrenó Almodóvar en La edad de oro de TVE. Entonces, la hoy
superviviente en Honduras era una belleza sofisticada que se hacía llamar Bibi Andersen.
Cuando
la vi en ese programa vulgar me quedé espantado con la deformidad de una cara
que un día fue luminosa, bella, la de una mujer que peleó por serlo desde la
dignidad. La silicona ha hecho estragos en este país. Lo de Bibiana, una cabeza
muy bien amueblada, no lo entiendo. Cómo es posible que una mujer que no tenía
necesidad de ese emplasto acabó pareciéndose a rostros industrializados con parálisis
permanente en sus gestos, sin vida, secos, acartonados, deformes, cómo es
posible que el valiente Manolo tangerino se subiera a la patera de su cuerpo
para hacer de él su verdadero hogar, peleando en una España atrasada, para
acabar pareciéndose a Alicia Sánchez
Camacho y buscando un cocotero bajo el que defecar. Ya sabíamos que es una
superviviente. No tenía que restregárnoslo de esa forma.
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