La
mochila inalámbrica
Yo también creo que Marta
Solano, hasta ahora en la sección de deportes de La 1, tiene una de las
mejores sonrisas de la tele, una de las imágenes más frescas de la pantalla. La
ves, y te gusta. Pero ni esas bondades, unidas a su profesionalidad, son
suficientes para no sentir un ataque de bochorno cuando te la encuentras como
presentadora del último desatino de la televisión pública, España directo. De verdad que me temía lo peor, pero hay que hablar
de lo siguiente, porque el nuevo España
directo es un despropósito desde el minuto uno. Uno creía que no tendrían la
desfachatez de repetir el esquema del antiguo, que salió de la programación
escopeteado porque su apuesta por asuntos tan banales y estúpidos, tan alejados
de la realidad, no interesaba a nadie.
Pero no. El tiempo, con la insulsa
presencia de Albert Barniol, las recetas de cocina, la visita a
restaurantes, la mención de las fiestas del pueblo, el suceso, y un alarde
ridículo de alta tecnología al servicio de lo inane, componen la estructura de
un programa que nace agotado, viejo, sin pulso. Los aspavientos de contar con
una avioneta a la que va subida la reportera, acompañada de una “mochila
inalámbrica”, es decir, algo parecido a un móvil sofisticado, que recorre
lugares desde el aire, resultan de un patetismo similar al de alegrarse por
superar la dificultad de hacer un círculo de un solo trazo. Ni con la machacona
publicidad del estreno se inmutó la audiencia, escaldada por aquel España directo que se largó abucheado
por los espectadores. Mientras Cospedal enfatizaba su honrada
transparencia, España directo nos
hablaba del tiempo en su mundo paralelo.
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