Juanra
lo sabe
Van más de 200
emisiones de Lo sabe, no lo sabe. En
estas entregas, que emite Cuatro después de las noticias de la noche, han
recorrido pueblos y ciudades españolas plantando el chiringuito móvil en
calles, plazas, playas, rincones. El concurso es de lo mejor que emite ese
ahijado pervertido ya sin remisión por Mediaset, con programas chillones,
vulgares, tontos, programas que entienden el entretenimiento como el retrato
manipulado de una realidad monstruosa. Lo
sabe, no lo sabe no es así. Entretiene sin herir. Es un concurso que aún
resulta fresco, vivo. Su mecánica es simple. Se pregunta a los concursantes,
pero sepan o no la respuesta, será alguien que pasa por allí quien la tenga que
dar, dejando claro que acertar no siempre significa ganar. El equipo, a estas
alturas de la emisión diaria, es un zapato que se pone sin dolor. Está
ahormado.
Y también a
estas alturas, aunque vuelvas a verlo de vez en cuando, sigue intacta la
sensación que uno tuvo al principio. La clave de este éxito –no es un bombazo,
pero sí mantiene una audiencia fiel que está en el promedio de la cadena- es
complejo, como todo en televisión, pero está claro que una tajada gorda se la
debe a su presentador, a Juanra Bonet.
No ha perdido ni un poquito de su impronta, de su naturalidad, de su capacidad
para la empatía, de su gracia, de su aplicada ironía que jamás va más allá de
las buenas formas. Sabe lo que hace, y lo hace bien. Se nota cómodo, se lo
cree, y todo eso llega a casa. Como tiene que ser. No es extraño, por tanto,
que cuando le preguntan por su trabajo diga que ni loco lo dejaría. Hace bien
la dirección de la casa en darle un poco de aire en verano y dejar que
descanse. Es bueno para ellos y para la audiencia.
Instante callejero de la grabación de una entrega de Lo sabe, no lo sabe. Juanra Bonet conserva una naturalidad muy agradable, y su capacidad para la empatía hace que en casa no moleste su presencia. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario