Culomancia
(Artículo publicado el martes, 26 de junio, en diarios del grupo EPI PRESS)
Se preguntarán,
y hacen bien, que para no estar al tanto ni ver en Telecinco nada que huela a Supervivientes y chirigotas parecidas
escribo mucho, bastante, quizá demasiado, de programa tan estúpido. Y que lo
hago incluso cuando su emisión ha terminado, si es que en esa casa dan por
acabados este tipo de sahumerios. Lo digo porque hoy vuelvo a traer aquí al
conocido como maestro Joao, el simpático
farsante que ve el futuro leyendo el culo ajeno –sin duda imaginación tiene, y
jeta, y gana de ganarse la vida, y eso que se llama agallas para reinventarse-.
Este señor, hasta hace unos meses, era un etcétera de las teles analógicas, de
los programas nocturnos engaña viejas con llamadas a riñón el minuto para
engañar a manos llenas con tarifas de infarto contando trolas a espuertas. Pero
entró como concursante isleño. Y dicen que ha dado espectáculo.
O sea, se ha
perdido un vidente, y se ha ganado un payaso catódico dispuesto a seguir
dándolo todo, incluso lo más íntimo, para no apearse de estas bocanadas de
viento a su favor. No ganó Supervivientes, pero ahora está haciendo la ruta del
bacalao entre lloros y más lloros. He visto fotos de antes y sí, Joao era un
vidente como las normas mandan, con sus camisas y túnicas de estampados
acojonantes, con sus collares y sus pulseras de la suerte, con su sonrisa y su
estampa de Rappel de toda la vida.
Todo eso ha cambiado. El divino y lejano personaje que predice el porvenir ha
dado paso a un mortal sin más atributo que sus miserias, que cuenta en revistas
y platós que aflojen la guita. Delgado, escuchimizado, lacrimoso, sensible como
una anciana demente, el maestro Joao está abriendo la puerta del infierno, como
si nadie leyera su culo para advertírselo.
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