A
vueltas con el sexo
(Artículo publicado el domingo, 2 de febrero, en diarios de Editorial Prensa Ibérica?)
Con el sexo, vuelta y vuelta. El sexo como disfrute es lo peor de lo peor, lo más malo que hay, la condena segura, el tú qué te crees, el sexo es el camino de perdición, o sea, de lo que hay que huir, apartar, esconder, preservar de los ojos de los infantes –las infantas, como sabemos, son otra cosa, y casi siempre se buscan a unos maromos que tienen el culo tan respingón como diestras sus manos para meterlas donde no deben-. En televisión vemos de todo. Vemos hasta hijos de puta dando lecciones de honradez y entereza cívica. Y con descaro. Y en horario de máxima audiencia. Y en horario no protegido. Es decir, como lo más normal, como algo aceptado. Pero que nadie saque la lengua, se la pase por el labio, mire de frente clavando los ojos en semejante bajo, y haga un gesto de deseo porque enseguida se encienden todas las luces, se ordena salir pitando de la sala, se tapa el proyector con la mano, y el censor se crece hasta invadir tu último rincón de privacidad para decirte que eso, justo eso, es dañino para ti y para los niños. Me sigue llamando la atención la manía que tienen con las cosas del sexo pero la mano ancha con la agresividad, la violencia, la hipocresía, con el engaño, el cinismo, el robo. Este desahogo viene a cuento de la última historia de una “alarma social” por unas imágenes consideradas por el organismo regulador luso como inapropiadas para el horario de emisión ya que, “pueden influir de manera negativa en la personalidad de los niños y adolescentes”. Se refiere ese quisquilloso organismo a un momento emitido de La casa de los secretos de la cadena portuguesa TVI –Televisión Independiente- y a eso de las 11´30 de la noche. El organismo no ha multado sino avisado a la cadena de un comportamiento tan, tan deleznable por no poner en la pantalla una señal de advertencia de que lo que se está viendo es inadecuado para los niños en formación.
Cambiemos
las tornas
En La casa
de los secretos los concursantes se encierran en una casa, como la de La Merche en Guadalix de la Sierra, con
una misión, tratar de que nadie sepa el secreto que guardas y averiguar el de
los demás. Entre pitos y flautas, a restregarse debajo de los edredones. Eso es
lo que alarmó al organismo que persigue orgasmos. Por las fotos que he visto, la
selección de concursantes vale para un castizo Mujeres y hombres y otros anabolizantes y para público de Hay una cosa que te quiero decir,
siempre que no contaran con Jorge Javier,
que bastante tiene el señor con lo que tiene. Lo curioso de estas reacciones es
que, y suelen coincidir, la misma gente, los mismos organismos que se ponen
rojos ante este tipo de imágenes, se niegan, porque también se escandalizan, si
en la escuela se habla de sexualidad, si en los institutos de instruye sobre ella.
Aburren. Pero siguen dando la lata. Yo no dejaría a mi hijo ver imágenes de dos
cuerpos dándole al bisturí en programas como La casa de los secretos, Gran
Hermano, o el de Mujeres y hombres y
escritores varios –que sí, que Rafa
Mora, poligonero salido de las mamas de Emma García, ha escrito no uno sino dos libros- no por la jodienda,
ni por la mala influencia, que no es, de ver a alguien retozando, hecho que me
parece maravilloso, sino porque me preguntaría qué hice mal para que mi hijo
disfrutara viendo programas como esos. Así que cambiemos las tornas. Lo que hay
que pedir a esos organismos que, vaya, me temo que lo que quieren regular es un
tipo de moral, es que se pongan el mono de faena y nos tomen no por cretinos
sino por exigentes. ¿Qué tal si amonestan a las cadenas por no avisar de que
aparecerá Cristóbal Ricardo Montoro
engañándonos otra vez y que ese tipo de personas es, a todas luces, una
malísima influencia para niños y adolescentes porque los grandes, usted, yo,
podemos deducir al tercer engaño que habla un tipo con aspecto de cómico
desastrado pero desvergonzado y sin escrúpulos?
Retírense
de ahí
La guinda
Chicote
El regreso esta semana a La Sexta de Alberto Chicote con su programa para
enderezar negocios parece que viene con novedades. Pesadilla en la cocina va a ser más pesadilla que cocina. Por lo
visto, si los cocineros o dueños de restaurante son como el histérico Antonio, que
calma sus nervios destrozando lo que pilla, las camisas de Chicote serán lo más
normalito. Voces, amenazas, sudores, y mierda, mucha grasa. Una pesadilla
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