Payo,
enséñame algo
Artículo publicado el domingo, 23 de febrero, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
No soy experto en series, es decir, en este género soy un comentarista raso. No amo ni me desvelo ni conozco ni estoy al tanto de los estrenos de la HBO ni de la FOX como si en ello me fuese el último aliento. No soy un redicho cazador de series yanquis para lanzarlas con asco de comensal exquisito sobre las españolas. Pero si llega a mi mesa un buen filete de Homeland o un contundente puñetazo de Breaking Bad no sólo no le hago ascos sino que por seguirlas ma-to, y por un primer plano de Claire Danes como Carrie Mathison y de Damian Lewis como Nicolas Brody, o por una secuencia entre Bryan Cranston –el mejor actor, dijo de él Anthony Hopkins- y Aaron Paul, es decir, entre el profesor anodino de química y el pobre diablo consumidor de metanfetaminas, soy capaz de trasnochar como un yonqui que necesita su dosis. Quiero decir que a todos nos gustan los dulces. A mí también. Pero no soy experto en ellos, no podría ser ni medio jurado de Deja sitio para el postre, donde veo con zozobra la extremada delgadez de Raquel Sánchez Silva, y sin siquiera pasar por La báscula, el programa de ayuda para eliminar tocinos, literal, del cocinero Enrique Sánchez en Canal Sur. Me centro. No soy en experto en series de ningún tipo, pero las que se hacen aquí, porque se emiten en las cadenas de mi competencia, las sigo más. Bastante tengo con lo que tengo como para ampliar mercados. De las series hechas en España hay que dejar claro desde el primer momento que quien dice eso de que “bah, es una españolada, o está tan bien hecha que no parece española” es que se quedó en la prehistoria de las series españolas, tipo Compañeros, Al salir de clase o UPD, Un paso adelante, no confundir con UPyD, lo de Rosa Díez, que se me resiste, oiga, que no me la creo, que me sigue dando repelús, que tiene una soberbia que me saca la prevención a tiras, no sé por qué. Pero lo de Rosa Diez no es una serie, por favor, dígase como dice por favor Belén López en Amar es para siempre. Lo de Díez es un despecho.
Los principales personajes de Breaking bad, una de las series que más me han gustado de los últimos años. |
No sin un bar
En el primer programa de Coronas y Alaska se habló de lo mal valoradas que están nuestras cosas para nosotros mismos. Pues yo meto ahí las series, las series españolas. Qué pasa con ellas, remilgados. ¿Que al segundo plano es obligado enseñar el lomo de los chicos, a veces a pares, como pasa con Alex González y Rubén Cortada en El Príncipe, que en cuanto llegan a casa, se asoman al balcón, y se relajan, se descamisan y vagan por el apartamento de cartón piedra tapándose el mondongo resaltado con una simple toalla, iluminando sus tetillas y sus duras barrigas en planos que no aportan nada a la historia? Bueno, y qué, qué tiene de malo. ¿Es que es malo que todas tengan un bar? En El Príncipe, en el primer capítulo, nos lo enseñaron. Allí come la policía, tan cercana y familiar como un grupo de albañiles. ¿Hay algo más español que un bar? Pues sí, pero un bar también. Por eso lo tiene Cuéntame, donde además de bar para Juan Echanove se ha cumplido la primera premisa, que a Carlitos no le habíamos visto el gusanillo porque era un crío, pero en cuanto al actor Ricardo Gómez le ha salido la barba ya hemos visto el culo, el pecho, y el latiguillo del muchacho. ¿Y qué? ¿Se imaginan que no hubiera bar en Aída? ¿Qué sería del entrañable facha Mauricio, Mariano Peña, sin su bar, donde a manos llenas explota a inmigrantes como Machupichu, Óscar Reyes, y ordinarias y vulgares gritonas como la Macu, a la que borda Pepa Rus, celebran las cosas que celebran las chicas de barrio? ¿Qué sería de Amar es para siempre sin el bar del Ateneo, donde lo mismo quedan detectives de barrio que militares corruptos?
Momentos de gloria
Otra idea que ha cuajado es que tenemos malos actores. Oiga, pues no. ¿Recuerdan que a Leonardo DiCaprio lo fusilaban cuando era joven porque se es guapo o buen actor, y hoy es aclamado? Vale, sí, es cierto, Miguel Ángel Silvestre es más guapo que buen actor, pero su estampa llena la pantalla con una rotundidad incuestionable. En Velvet es la Amaia Salamanca de Gran Hotel. Vale, sí, en cuanto aparece José Sacristán como encargado de personal no hay color, pero también que a Miguel Ángel le queda mucha carrera por delante. Vale, sí, es cierto que nuestros jóvenes actores saltan del proceso de aprendizaje a los primeros planos, es decir, se hacen protagonistas por sus caras bonitas, y en cuanto abren la boca la lían porque apenas se les entiende nada, pero superada esta fase, los buenos cuajarán. Vale, sí, en nuestras series casi siempre hay una cocina, pero no como las que saca Ana Rosa cuando va a casa de los pobres, qué va, en las cocinas de las series españolas corren caballos, todas tienen mesa central donde desayunan los habitantes de la casa, de todas las edades, eso que los relamidos llaman el target, que si niños, adolescentes, jóvenes, maduros, y pensionistas, y a la misma hora, y con zumos de naranja, bollos, tostadas, mermeladas, vamos, un bufé libre al que van llegando todos antes de irse a sus quehaceres. Así arrancó B&B en Telecinco, y sí, me dio mal rollo ver a Belén Rueda como si Los Serrano no hubiera acabado aún. En esta serie no tienen una sino varias cocinas. Luisa Martín trabaja de sirvienta con los ricos –como en Médico de familia, vaya-, que tienen negocios de todo tipo, entre ellos el de la revista “de moda y tendencias” B&B, lugar perfecto para que se dé la primera condición para ser una serie como mandan los patrones del guión nacional, que se enseñe el lomo. A pares. En el primer capítulo vimos a chicos en calzoncillos y a chicas con falditas al filo del musgo. En nuestras series no hay que pedir, anda, payo, enséñame algo. Aquí te lo enseñan en la primera escena. A pesar de todo vivimos momentos de esplendor en la ficción nacional. ¿O seguimos en la prehistoria viendo lo visto? Matizaremos otro día.
La guinda
Chester
Yo
tampoco lo sabía, pero sí, hay una marca de sofás que se llama así. Risto Mejide se ve que conoce tan bien
a estos descansa culos que con su nombre ha nombrado la cosa. Zapatero se ha prestado a ser el primer
invitado de Viajando con Chester, en
Cuatro. El perfil de invitados posteriores –Gabilondo, Revilla, Ada Colau- será un mano a mano con Salvados, La Sexta. Yo ya sé quién se
desangrará antes. ¿Usted qué cree?
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