La
peor gala
(Artículo publicado el martes, 11 de febrero, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Lo mejor de la gala de los Goya de este año es que en algún
momento tenía que acabar. Eso te daba fuerzas para seguir. Se lució Manel Fuentes. Consiguió buenos
momentos, o quizá fuesen las ganas de pasarlo bien las que hacen que diga esto,
pero el total, y fue un total excesivo, fue pesado, insulso, una de las peores
galas de los últimos años por su
extraordinaria sosería. ¿Quién ha sido el ideólogo de semejante estropicio? Me
resultó una gala cansina, agotada, sin corazón, ese tipo de trabajos que se
hacen sin gana, echando mano de fórmulas conocidas pero sin interés en
superarlas. Menos mal que algunos participantes, aislados, lograron momentos de
excelencia, como los que alcanzó el actor Álex
O´Doguerthy o los chicos de Ernesto
Sevilla.
Capítulo aparte merecen esos aislados. Consiguieron picos de
interés con sus mensajes, como el de Javier
Bardem –los ciudadanos están por encima de los políticos, y mis compañeros
por encima del ministro de anticultura-. O con su conmovedora reacción ante el
Goya cuando, paralizada, Terele Pávez
dijo que “todo esto, hijo, por una sonrisita tuya”. O con la sorpresa de ver a
la joven Natalia de Molina, mejor
actriz revelación, diciendo que “nadie decida por nosotras”. O con el disfrute
de la finísima y afilada inteligencia de David
Trueba, que además de triunfador soltó las mejores frases de la noche.
España, dijo, es el país más rico del mundo porque, aunque llevan 400 años
robándolo, todavía no se ha acabado. Y la más celebrada, “qué sería de la vida
sin los insultos de la gente que nos debe insultar”. Y poco más. Una gala para
olvidar.
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