La
cara de Belén
(Artículo publicado el sábado, 22 de febrero, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Le han dado a Belén Esteban otro programa, o le resucitaron
el que tenía en el rincón Telecinco. Se llama Los ojos de Belén, algo así como la lectura que hace la señora de
la realidad desde su particular prisma. Pero entonces os quedaréis muy
delgaditos, decía en el primer programa de la serie, que se hizo en Marraquech,
para comerme las muñecas de envidia, al enterarse de que los musulmanes hacen
ayunos radicales durante el mes de Ramadán. Esa es la idea, como digo. Pero a
mí me cuesta trabajo concentrarme en lo que excreta la mirada de Belén porque
lo que me tiene pillado es la cara de Belén, la cara de la Esteban. Comparando
imágenes de hace años, esta señora, cuando jovencilla, no era una belleza que
iluminara las calles a su paso pero era mona, de gestos naturales y rasgos
agradables. Mírenla ahora sin pasión. ¿Sólo yo la veo deformada, horrorosa?
Seguro que se ha
gastado un pastón para convertirse en un pequeño monstruo de labios deformes,
boca estática, nariz al bies y gesto helado y sin vida. Y además se duerme en
una pelea de gitanos. Literal. La familia marroquí que la invitó a comer a su
casa tuvo que acurrucarla bajo una mantita porque la copresentadora –es otro de
sus títulos, junto al de Andreíta, coño, cómete el pollo, o por mi hija ma-to,
o la princesa del estercolero, o arriba la Esteban-. Pero en lo del sueño no
entro, quizá sea un trastorno físico, o cosa de la química. Me quedo en el
despiporre de su cabeza, en ese minuto en que alguien decide ser el peor
enemigo de sí mismo e inicia un carísimo camino para convertirse en una
criatura tan terrible y destrozada por dentro que se refleja por fuera. Una
lástima.
Belén Esteban. Sin comentarios. |
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