Osmincito
(Artículo publicado el martes, 14 de enero, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Lo de Cuatro es de un cachondeo llamativo. No hay duda. Es la
cadena friki para frikis. Programa que estrena, programa que avanza en la
búsqueda de la extravagancia. Lo último, un tipo llamado Osmin Hernández. Es cubano, estuvo 5 días a la deriva, en el mar,
en una barquichuela, tratando de llegar a las playas yanquis. Hasta que las
alcanzó. De allí, después de “poner en forma a las estrellas”, llega a España
para “liarla parda”, dice el narrador al comienzo del programa, con El método Osmin. El tipo, avispado y
listo, ha hecho de su olfato payaso, espíritu macarra, y verbo marcial
de chirigota, su forma de ganarse la vida con programas cutres para adelgazar y
ponerse en forma con ejercicios callejeros a lo bestia. Pescado, agua y
ensalada, grita el entrenador como un mantra a quien se pone en sus manos. Y
nada de sexo, ve tú a saber por qué.
Tiene
el perfil del charlatán, del listillo, del telepredicador, y en vez de vestirse
como un atleta, o con ropa deportiva, se disfraza con bermudas horteras,
camisetas macarras sin mangas para lucir su cuerpo tatuado, también a lo
bestia, y se toca con un gorro de baño, ve tú a saber por qué, y usa gafas de
piscina, es decir, un adefesio que responde no a la casualidad sino a la estrategia
del que se labra un personaje. El programa es un truño que no hay forma de
coger y justo por eso, por dejar al aire con tanto descaro las tripas de la
farsa. El método Osmin, que por
supuesto no responde a criterios científicos sino a los del tarot, la videncia
pendona de Sandro Rey, o la
teletienda, tiene hasta un mono, Osmincito, para acabar de verlo todo con
claridad.
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