Con
las manos en la masa
(Artículo publicado el domingo, 19 de enero de 2014, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Mamá, quiero ser artista. Una antigualla. La leyenda dice que lo dijo Concha Velasco a su madre cuando era Conchita. Era otra época. Hoy, como sabemos, a las mamás se les dice que se quiere ser David Bisbal, Íker Casillas, quizá incluso soñando con el lote completo formado por mamá Sara Carbonero y el bebé, que con apenas unos días ya ha subido a la gloria de abrir informativos, o Jordi Cruz, el más guapo de los chef, por más que en España tengamos la palabra cocinero, tan redonda, con tantos matices y aromas que casi es una palabra comestible. De hecho, Karlos Arguiñano no es chef, es cocinero. Juan Mari Arzak no es chef, es cocinero. Pero esa batalla, que ni se empezó, está perdida. Son cosas de la tele. Se ve que alguien dijo que cocinero no funcionaba, y que había que decir chef, y hala, todos al precipicio. En la prehistoria divulgativa culinaria de este país hay que recordar a Elena Santonja, que en TVE encendió fogones casi de leña para cocinar no platos sofisticados de cocinas que deconstruyen el aire sino platos con fundamento, que más tarde popularizaría Arguiñano. En aquellas cocinas Elena hablaba con sus invitados, a los que llevaba para trajinar Con las manos en la masa. Era un programa que estuvo en antena de 1984 a 1991, con una sintonía que cantaron Joaquín Sabina y Vainica doble –Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen, bendita Wikipedia-. Al terminar el programa de Santonja, Karlos Arguiñano irrumpió en casa para quedarse como uno más de la familia, dando tumbos de cadena en cadena hasta recalar en Antena 3, donde sigue con sus chistes y comentarios que a veces incendian la red por su certera lectura de ciudadano enfadado. Así, hasta la actualidad, con los MasterChef, MasterChef Junior, Top Chef, o el último de la fila que ha llegado a Cuatro presentado por Raquel Sánchez Silva siendo protagonista absoluta la tahona de Paco Torreblanca, el afamado pastelero, con un programa dedicado a los dulces, Deja sitio para el postre.
Yo no emplato
Estos son los datos, me dicta al oído Ana Pastor, no la ministra sino la otra, la que reunió en su Objetivo a un buen puñado de fieles viendo las bravuconadas de Juan Ignacio Wert, ese toro que dice crecerse como los morlacos cuando les pinchan. Me da tanta grima este hombre que no vi el programa, que me tiene dicho el médico que evite lo que me perturba. En mitad de la breve historia de los programas de cocina en España, los cientos que existen desperdigados en las distintas autonomías con tele propia, el de las monjitas sor Liliana y sor Beatriz, que tienen su gracia con su Bendito paladar, que le venden a 13tv, claro, y los que ya no son en programas de cocina sino degeneraciones perversas de un género que tiene como excusa la cocina pero en realidad habla de caos, mierda, y mala gestión, y aquí es donde irrumpe Gordon Ramsay y su Infierno en la cocina, que emite con audiencias millonarias la Fox en EEUU, y aquí XPlora. Su papel de ogro, al que se llama entre la veneración y el pánico, lo tomó en La Sexta Alberto Chicote, un santo gruñón que reflota restaurantes ruinosos después de vivir una auténtica Pesadilla en la cocina. Pero si hay algo que parece no tener vuelta atrás en la órbita de la tele, es decir, en el día a día de los ciudadanos, es una palabreja que jamás habíamos oído antes porque no hacía falta. En España nadie emplataba la comida, todo el mundo la servía. Ahora, hasta los nenes de MasterChef Junior emplatan las cocochas al pil-pil. Yo seguiré sirviendo la comida, colocándola en el plato, y esmerándome para que resulte apetecible, jugando con los colores, limpiando los bordes, pero no emplataré por más que Ricote se ponga chulo o, peor, amenace con regalarme una de sus camisas.
De Horrac a Burgos
Seguro que el juez José Castro jamás se ha puesto algo así, y tampoco va por el mundo emplatando a nadie, ni siquiera a Cristina de Borbón, la hija del rey a la que todo el mundo ve con las manos en la masa menos, coño, el fiscal Pedro Horrac, un fiscal más raro que el jurado de críticos televisivos que han dado unos premios al revés, es decir, a las peores series, programas, cadenas, presentadores. Pues el fiscal, igual. Como el juez Castro le siga tocando mucho la sopa –boba- a la infanta, el fiscal lo va a emplatar de lo lindo. Ni siquiera uno de los abogados de la señora de Urdangarín, el duque que lo mismo emplata con una mano que se empalma con la otra, va tan lejos, y eso que el tal Jesús María Silva escaló a la luz de los telediarios, magacines y tertulias, con frases maravillosas como que su defendida, la Cris, actuó por fe y amor a su marido, es decir, que ella firma sin saber lo que firma como una anciana medio analfabeta antes de comprar un fajo de preferentes porque se las vende su banquero, menos guapo, con el culo menos respingón que el Urdan, pero todo un caballero. El jurado de los premios Gerardos de la tele, hermanos de los Gerard franceses, nominaron como la peor cadena a La 1, La 2, Antena 3, Telecinco, Cuatro, y La Sexta. ¿Cómo? Pero si están todas –por cierto, ganó La 1-. Este jurado es un cachondo, como el fiscal. O unos revolucionarios que se quieren cargar el sistema, como los “terroristas” que se han hecho tan fuertes en Burgos con sus “ atentados” -¿pero dónde estaba Ana Botella antes de ser Ana Botella?- que han doblegado a los malos. La cocina burgalesa, desconocida como otros fogones provincianos, sí que es un nido de ratas y cucarachas que campan alegres amparadas por políticos, empresarios, editores de periódicos y dueños de televisiones –ay, Antonio Miguel Méndez Pozo-, y sí que, en cuanto la calle ha dicho quita tus sucias manos de esa masa, que es de todos, se las han envainado –un poquito- a ver si escampa. La lección de Gamonal es la esperanza de que si decimos con las manos en la masa pensemos en Elena Santonja y no en corruptos, que suben el colesterol, como los chorizos.
La guinda
Mi caaasa
Don Mariano Rajoy ha elegido Antena 3 para
su primera entrevista este año –el lunes por la noche-. Hablar con Gloria Lomana, la jefa de informativos,
es tomar café con amigos. Después de su desvergonzado veto a algunos medios
españoles en su viaje a EEUU, lo llamativo no es que pase esto sino que el
resto no plante cara. Françoise Hollande
se “enfrentó” a 500 periodistas en el Eliseo. Bah, raros gabachos.
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