Tico
Medina
(Columna publicada el domingo, 1 de setiembre, en periódicos de Editorial Prensa Ibérica)
Lo peor de un abuelo que aún se cree guerrero es hacer como que
guerrea pero dejando
ver que ya es abuelo, que está de vuelta de todo, que puede hacer lo que
quiera, y que es más listo que el hambre, y por supuesto no se contenta con ser
el más listo sino que es el más gracioso, con esa gracia malafollá del granaíno
malafollá que va de sevillano con pinta de gaditano y aroma de malagueño. O
sea, el símbolo, la sangre, la casta elegida y la cuna de oro porque soy
Andalucía. Lo que quiero decir es que he descubierto con cara de acelga en
Canal Sur a Tico Medina y me ha dado
tiricia. Don Tico ya no es don Tico Medina, va de institución andaluza. Oh.
Como La Alhambra, como la Giralda, como La Mezquita de Córdoba. Hace el
ridículo. Lo tienen, no sé para qué, en La Tarde de Canal Sur. Creo que va como
especialista en la Casa Real.
Sería respetable
si se hiciera respetar, pero va de sobrado, como mirando por encima del hombro
al resto de colaboradores, e incluso del presentador, función que este verano
recayó en Rafael Cremades. Seguro
que él ni es consciente, que tiene esa actitud porque está en televisión y hay
que dar espectáculo, y espectáculo para él es decirle una y otra vez a Carmen Pardo, más y mejor informada que
el abuelo cebolleta, que a ver si se quita esa pulsera con tanto brillo porque
lo ciega su luz. Es una broma, quiere que sea una broma, pero deja de serlo
cuando ya le han reído –un poquito- la gracia, y él sigue con la cantinela.
Pinchan planos con cara de impaciencia cuando alguien habla más que él, y su
chulesca actitud no da bien en televisión, su altiva pose apenas queda diluida
por su falsa humildad. No es sabio, en pantalla es un hombre patético.
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