viernes, 27 de septiembre de 2013

Maldeojos. Obedientes



Obedientes
(Columna publicada el martes, 24 de setiembre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)

      Somos dóciles con la autoridad. Y no pensemos en el policía, el juez, el Jefe del Estado, en cargos rimbombantes que nos puedan abducir y terminemos haciendo, sin pensar, lo que esa autoridad nos mande. En la pasada emisión –sábados, La 2, o en la web rtve.es- de La noche temática vimos un documental francés que pone los pelos de punta, El juego de la muerte. 80 personas se presentaron al programa piloto de un concurso de televisión, pero en realidad estaban participando en un experimento basado en otro que el sicólogo Stanley Milgram realizó en la década del 60 en la universidad de Yale. En el de la tele, la autoridad es una conocida presentadora que ordena al concursante a realizar descargas eléctricas, cada vez más fuertes, a alguien por equivocar la respuesta a una pregunta hecha. En realidad nadie sufre, es un actor el que implora clemencia.

      Pero el concursante no lo sabe, sólo sabe que conforme sube la descarga el dolor es insoportable. Pero la presentadora, la autoridad, le conmina a continuar por encima de sus reparos. La angustia y el verte reflejado en ese espejo te desasosiegan porque te preguntas qué harías tú. De los 80 participantes tan sólo un reducidísimo y vergonzante tanto por ciento se planta, se enfrenta a la autoridad, y le dice que no sigue, que no soporta la situación, que no puede seguir escuchando los gritos desgarradores y la llamada de clemencia de “la víctima”. El documental, de Christophe Nick, se pregunta por el poder de la tele –lo dijo la tele, lo vi en la tele-, y si llegará el día en que aceptemos traspasar líneas que jamás habíamos imaginado. Vean el documental. Y decidan. 


Un momento del documental, que se grabó como concurso para la gente anónima que se presentó, que en realidad era un estudio científico de la condición humana para averiguar los límites de la desobediencia, u obediencia, ante la autoridad. En este caso, tratándose de televisión, la presentadora del concurso es la autoridad, por supuesto aliada con los investigadores. Lo que ves no sólo es desconcertante. Te inquieta porque te preguntas qué harías tú. En la imagen de arriba, el "concursante" está aplicando una descarga eléctrica a otra persona por haberse equivocado en la respuesta. Por supuesto, el castigado no sufre porque ninguna descarga le llega, pero este dato no lo sabe el concursante.

Aquí tienes el enlace. Por si quieres echarle un vistazo 

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