Corazón
contento
(Columna punblicada el jueves, 5 de setiembre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
No sé qué me está pasando, si me está pasando algo, si ya no tengo
remedio, o lo que voy diciendo es una estúpida disculpa, como si escribir que
me gustó Vive cantando, que estrenó el martes Antena 3, me diera vergüenza,
o mi carrera como comentarista avinagrado se viniera abajo con estas
veleidades. Tampoco sé, y es cierto, si me gustó entera la serie, alguna parte,
las actuaciones pero no el guión, el guión pero no la puesta en escena, la puesta
en escena pero no los actores, o sólo me gustó María Castro, que me cautivó como la putona con corazón en Sin tetas no hay paraíso. María Castro
es una de las actrices españolas que mejor sabe llorar. Y reír. En Vive cantando llora y ríe como hay que
llorar y reír, como si fuera verdad.
La serie es sentimental, es decir, que habla de amor, pérdidas, cariño,
entrega, y tiene representados todos los tramos de edad, o sea, niños,
adolescentes, maduritos, y más cuajados, cada grupo con su lío, y va de eso que
a veces tiene tan mal ver, el buen rollito, el optimismo. Seguro que me canso
pronto, y que el karaoke del barrio me resultará una horterada, seguro. Viéndola
tuve la sensación de que te gusta algo que no debería de gustarte. ¿A ustedes
les ha pasado alguna vez? Por ejemplo, el Gobierno ve brotar la yerba porque
hay 31 personas menos en el paro, repito, 31. ¿A que Cospedal, Rajoy, y Fátima Báñez tendrían que haber llorado
a moco tendido en vez de alegrarse como desvergonzados con estos datos? Pues
con la serie, igual. Pero si hasta escuché el Corazón contento de Marisol. Es mi talismán contra la
tristeza. Y no me da vergüenza.
Aquí os dejo un enlace con una versión de Corazón contento, de quinto de arqueología, tierna y poderosa, en un mano a mano entre Palito Ortega y Marisol.
Y aquí otra, que tampoco tiene desperdicio, de una escena de una de sus película donde aparece Jaime de Mora y Aragón. La cosa es tremebunda, pero Corazón contento brilla con luz propia.
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