El
gas de la risa
(Columna publicada el domingo, 15 de setiembre, en diarios de EPI)
Podría destacar que Pablo
Motos ha vuelto como siempre, fuerte, con ganas, rascando el humor en seres
fantasmales como Raphael, podría
decir que Pablo Motos se toma en serio su trabajo y sabe hacer espectáculo, podría
levantarme y besarle el culo a las hormigas, da igual en qué orden, primero
Trancas, luego Barrancas, podría hacer como que no escucho las voces que hablan
por ellas y que me siguen poniendo muy nervioso, podría destacar que el
presentador no se relaja ni un segundo por su afán perfeccionista en vez de
destacar que no se relaja un segundo por su afán protagonista, podría, incluso,
destacar como un dato más que positivo que Pablo Motos eche mano de Julia Otero y promueva su nuevo
programa, Ciudadanos, en vez de
volver a llamar a Will Smith
acompañado por su hijo para promocionar su última peli, es más, estoy dispuesto
a decirme una y mil veces que el llamado Hombre de Negro y sus gafas negras y
su sayo de cuero negro y sus pantalones de cuero negro y sus modales helvéticos
me provocan una risa que apenas puedo contener, que es verlo y me retuerzo, que
me parece una bomba, que es ocurrente, que las frases del Hombre de Negro son
más potentes que el “relaxing cup of café” de la pobre Ana Botella, a todo estoy dispuesto si alguien, de dentro o de
fuera de El hormiguero, tal vez La Amelia,
su madre, colaboradora por teléfono, tipo madre de Almodóvar, nos cuenta quién, qué, cuándo, cómo, y por qué Pablo
Motos, no contento con ser Pablo Motos. quiere ser Ana Rosa Quintana. Ay, qué pelazo tiene el cabrón, qué tupe cardado
se ha dejado el melenas, ay, cuánto tiempo en peluquería para que ese flequillo
nazca en la izquierda y llegue a la derecha resbalado pero tieso como un puñal
hacia la frente. Lo veo, y ahora sí, me da la risa.
Así ha vuelto Pablo Motos, con un flequillo cardado que puede echarse un pulso hasta con la misma Ana Rosa Quintana |
Entre
gracioso y gilipollas
De ser gracioso a ser gilipollas sólo hay un matiz, o alguna carga
ideológica y política, como ha desvelado en su última actuación la hierática
modelo, travestida de juez, Mercedes
Alaya, que en su afán por hacer política ha difundido un auto que, para los
que no entendemos mucho de arquitecturas judiciales, es un tiro la piedra y
escondo la mano, señora, a ver, ¿imputa a Griñán
y Chaves, o contra estos Trancas y
Barrancas no hay argumentos por mucho que ERE que ERE? De ser gracioso a ser
gilipollas sólo hay un matiz. De ser impecable a que se te vea el trastero
tendencioso, dibujado al trasluz de las falditas ajustadas de telvipija, sólo
hay que poner en medio el caso Bárcenas y erigir muros de contención para proteger
al Gobierno, señora, con lo maravillado que me quedaba cada vez que irrumpía en
ese paseíllo fabuloso tirando de la samsonite sin que se le cayeran los
anillos, igual que Paolo Vasile tira
como un guerrero de sus últimos fracasos, que ni enfrentando el pecho de acero
de Álex García en Tierra de lobos a la ordinaria pero
tierna María Castro en Vive cantando ha superado la prueba.
Pero con usted no va el matiz entre graciosa o gilipollas, que es capaz de
escribirme un auto, con su ya probada imaginación, y ponerme mirando al Supremo
–si uno estuviera aforado, cuando lo más que está uno es afectado, señora, por
todo, por todo-. Hablo, otra vez, de un chatín que se bebe el gas de la risa a
litros. Los de Intereconomía le montan un ERE a sus trabajadores, o les mal
pagan, y hasta los echan de los locales por no abonar el alquiler, pero siempre
encuentran gasolina con que llenar el depósito de algo, avioneta o colaborador
dispuesto a reventar el cielo con lemas, provocaciones, o payasadas. El
conocido como galán Arturo Fernández
–amojamado bufón de la extrema derecha franquista- ha vuelto al plató de los
gatos para decir otra memez que seguro consiguió la erección de los felinos.
Claro que no me arrepiento de llamar feos a los manifestantes de la huelga general,
y claro que no haría de mendigo en ninguna función de teatro porque “eso se te
puede pegar”, dijo el capullo. Este tío no es gracioso. Es gilipollas.
El
poeta concursante
En Saber y ganar no
suele haber momentos hilarantes donde la risa corra más acá de los dientes
pulquérrimos del inmortal Jordi Hurtado,
pero a veces suena la flauta y hasta un tarugo de Mujeres y hombres y viceversa se echaría las manos a la cabeza al
escuchar lo que estos oídos oyeron. Concursa estos días en el clásico, un
poeta, un joven, un bello muchacho, un malagueño, un ganador del premio
Hiperión, el más cani de su historia. En La 2, iluminándola con su serena y
guasona sabiduría, está David, David Leo.
Una de las preguntas de esta semana parecía fácil porque es recurrente, porque
sirve para todo, como el café de la alcaldesa. A ver, inquiere Pilar Vázquez, ¿quién es el autor del
microrrelato que dice que cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí? Steven Spielberg, responde raudo otro
concursante al tiempo que David, el malagueño, se ríe como un dinosaurio al que
le han dado en la disco un globo de la risa. Jordi Hurtado, el inmortal,
pregunta por qué se ríe. Porque es Augusto
Monterroso, dice el concursante sabiondo, no veo a Spielber escribiendo
microrrelatos –por mucho que haga Parque
jurásico, o justo por eso, pensé-. Es verdad que estas risas que echa uno
viendo la tele no tienen que ver con los globos del gas de la risa de los que
hablan Marcos López y Ana Blanco en el TD 2. Los venden en
discotecas, pubs, y otros garitos, y por 3 euros te dan un pelotazo que te deja
así de tonto, lo que te faltaba para ser más cretino de lo que ya eres y,
además, parecerlo. Sacan a un choni tragándose el gas y riendo con estentóreas
carcajadas, pero a mí, semejante imagen, me deja la cabeza patizamba. Le
propongo a la juez Alaya que se tome unos chupitos de gas, pero sin abusar, a
ver si termina despatarrada por el suelo como Rosa Benito, que se pegó tal trompazo fuera de guión que congeló la
risa de sus colegas, que se puede ser jueza, señora, y echarnos una sonrisilla de
vez en cuando, coño.
La
guinda
El lunes, guerra
El
lunes, guerra. Ha hecho bien Telecinco enfrentando a los coches –sí, digamos
coches y dejémonos de tonterías- Bisbal,
Malú, Orozco, y Flores a la Isabel de La 1 y a La cúpula de Antena 3. Tanto Isabel
como la ficción de Antena 3 sobre una historia de Stephen King han irrumpido con fuerza, es decir, con audiencias
notables. Veremos si La Voz vuelve con el mismo brío con que
se fue o su flor empieza a marchitarse.
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