Mariló
(Columna publicada el martes, 6 de agosto, en periódicos de Editorial Prensa Ibérica)
Me está cargando esta mujer. Hablo de Mariló Montero. No puede ser que la cague cada vez que habla sin el
bozal de un guión ante sus narices. Y la caga. A lo grande, y a lo tonto. Ella,
cuando se pone a opinar, no opina como una cualquiera –suena fatal, pero no hay
segundas intenciones- sino como una gran pensadora, una filósofa eminente. Por
eso se la rifan para entrevistarla fuera de su medio, para que casque. Ya corre
el dicho, y si no, que corra, tienes más peligro que Mariló Montero con un
micrófono y sin guión delante. Durante su ya larga y tediosa etapa al frente de
La mañana de La 1, tediosa en cuanto
al programa, metepatas en lo demás, ha dado frutos muy jugosos fruto de su,
digamos, espontánea necedad. Se ha confirmado que la próxima temporada no sólo
sigue el programa sino la navarra embadurnada de andaluza presentándolo.
Y más. Que como a los jefes de TVE les ha dado por innovar,
aquello del cambio de collar para poner al perro de antes, no sólo Julio Somoano aprovecha el verano para
enderezar los informativos nombrando a editores de la época del fiel perrillo Alfredo Urdaci sino que creen que
cambiando decorados cambian el producto. Es lo que harán con el plató de La mañana. Será el mismo programa
insulso, pero ella podrá pasearse por él para que la cámara la siga por nuevos
rincones. Oh, emocionante. La cosa costará 100.000 euros. Una tontería. Pero
escuchemos a la pensadora Montero, que deduce que si TVE va fatal es por culpa
de Zapatero, que quitó la publicidad.
Y que cuanto más corta es la falda, más credibilidad se pierde. La suya es
cortísima. Hala, hasta otra.
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