Trabajar
sin cobrar
(Artículo publicado el domingo, 25 de febrero, en diarios del grupo EPI PRESS)
A ver,
empresarios, que levante la mano el que no haya soñado alguna vez con esa idea,
la de tener a un puñado de currantes doblando el lomo, llegar a fin de mes, y
cada cual a su casa, tan contentos, trabajando sin cobrar un puto euro, diría
el duro de la serie social mirando de soslayo al tiempo que escupe un resto de
mondadientes, quizá, para marcar aún más que es un chico malote, recolocándose
el paquete. De alguna forma, el quinqui Gerardo
Díaz Ferrán, que fue nada menos jefe
de la patronal de este país y condenado por apropiarse del dinero de los
clientes del Grupo Marsans, lo dijo en frase que pasó a los anales de la
desvergüenza, de la chulería del que se cree impune, y del agravio a los
trabajadores machacados sin disimulo, aquello de trabajar más y ganar menos. Pero
hay también currantes canallas, sinvergüenzas a gogó. Y hacen lo contrario,
cobrar sin trabajar. ¿Cómo? Como lo leen, cobrar sin trabajar. Es lo que
enfocaba hace unos días En el punto de
mira, que emite Cuatro con Boro
Barber, Mireia Linares, Verónica Dulanto, y Marta Losada, que se alternan los
reportajes. Boro y el equipo se fue a Valencia, colocaron cámaras frente a los
Juzgados, y las dejaron encendidas a ver qué cazaban, y pasó lo que, supongo,
ya saben que pasó. Que hay un puñado de funcionarios que manchan el buen nombre
del resto, que sin duda son mayoría. Aparcan los coches, entran por la puerta
de los trabajadores, fichan en la maquinita, y se largan a hacer sus cosas, a
comprar, a desayunar como si no hubiera un mañana enlazando con la comida, y
por supuesto a eso, a cobrar a fin de mes sin trabajar. Otros curritos del
sector privado se dan de baja por lesiones inventadas u otras estafas y resulta
que tienen otro trabajo o se pasan la mañana en el gimnasio. En total, el
absentismo laboral cuesta más de mil millones al año.
Silencio,
se duerme
Una que cobra
sin trabajar, y que no cazó En el punto
de mira porque está más cazada que una perdiz en tiempos de permiso
cinegético, es la dicharachera Celia
Villalobos, experta en Candi Crush y echar unas siestas bíblicas,
torrenciales, pantagruélicas, venales, provocadoras y envidiables en su escaño
de diputada. Qué señora. Vamos, coño, Celia, no eres más cínica porque no
entrenas. Esta tipa es tan moderna y avanzada que dijo hace un suspiro que ella
está dispuesta a trabajar hasta los 80 años. Yo, si me tocara la seta como ella
cobrando lo que ella, también. Es tan liberal, tan guay, tan completa, que
hasta el Círculo de Empresarios Españoles se le queda corto. Estos
circunspectos señores han dicho que ese festival del asueto que supone la
jubilación a los 67 años hay que ir cortándolo para currar hasta los 75, qué
puñeta, dice Javier Vega, el presidente
de ese círculo de amigotes, que también dijo en La Sexta noche que en las empresas privadas algunos políticos
serían despedidos por inoperantes, vamos, por cobrar sin trabajar. Estos días,
en una de esas olas que van y vienen, se ven en las redes sociales fotos de
diputados con la baba caída y la cabeza recostada en el hombro durmiendo como
plácidos bebés a los que sólo les falta el orinal al lado. No hay duda. Esta
peña cobra sin trabajar. Como el rey emérito. Se me dirá que el ciudadano
Borbón, como dice cualquier Pablo
Iglesias que se precie, cobra su pensión como cualquier trabajador. Venga,
venga. El rey Juan Carlos, que está
al loro de todo, al escuchar el chiste se partirá el culo -¿los reyes tienen
culo, eméritos o no?-. Ya sabemos que este señor es la mar de chistoso, y
campechano. Y muy homófobo. No sabía que te vestías de maricón, le soltó a José María García un día que se lo
encontró con un jersey rojo, le dijo a Jordi
Évole en Salvados. ¿Por qué este
funcionario real no da explicaciones, se deja entrevistar sin condiciones, y
nos enteramos en qué líos está cuando dice que aún sigue trabajando por España?
El
himno de Marta
No sé si saberlo
pondría los pelos de punta. Lo que sí sé es que Un mundo sin trabajo, que
emitió Documentos TV, los martes, en
La 2, aterra por lo que se nos viene encima. La ola tecnológica masiva y menos
costosa aleja de los humanos el concepto de pleno empleo. El capitalismo
digital podría hacer desaparecer millones de puestos de trabajo en cualquier
sector. La cuarta revolución industrial puede crear fractura laboral y social o
ayudar a crear un mundo mejor. Esta batería de titulares resume un reportaje
que me bebí entre la ansiedad y la pachorra del que se cree que ese mundo no le
pillará. Y si me pilla, que me pille con una copita de vino en la mano para
seguir en la inopia. Aunque el trabajo de Philippe
Borrell te lo pone difícil cuando oyes que frente a la lógica digital, los
humanos empiezan a quedarse sin aliento. Quitar el trabajo a los humanos no es
liberarlos sino condenarlos a la precariedad, es decir, hacer una clase
trabajadora cada día más frágil e invisible. El mundo será manejado por
algoritmos diabólicos. ¿No hay esperanza? Termina el documental preguntándose
si no sería mejor para todos repartir de forma equitativa la riqueza generada
por las máquinas. Claro que sería mejor, pero ya digo yo que no será así.
Ninguna revolución industrial ha repartido la riqueza de forma equitativa. Pero
terminemos a lo grande, vayámonos arriba. ¿Habrá que repartir de forma
equitativa la riqueza generada por la letra de Marta Sánchez, de rojo y gualda, para el himno patrio? Creí morir
la otra mañana escuchando esta última bocanada de cursilería, ñoñez y afrenta a
mis sentimientos de español, pero no de español gilipollas. Los populistas Rajoy y Rivera se apresuraron a apoyar la ocurrencia idiota. También el
eurodiputado del PP González Pons,
con la hueca solemnidad que le caracteriza, le dijo a Sussana Griso en Espejo
público que da su bendición a la afectada patochada, y que en Bruselas no
para de trabajar y trabajar y trabajar. Seguro que por nuestro bien. Así que
los de El punto de mira ya saben
dónde tienen que dirigir el próximo foco.
La guinda
Cena
indigesta
Esta semana, en
una vuelta de tuerca terca, Cuatro se ha empeñado en darnos la cena de tanto
reír y reír. Es difícil ver Ven a cenar
conmigo VIPS sin desabrocharte el lomo. Es muy fuerte ver en la misma mesa
a Víctor Janeiro, Ana Obregón, Rappel, y Lucía Etxebarría.
Una cosa está clara. Los guionistas se lo curran. Y estos famosillos en hora
baja están dispuestos a todo. Así que cuidado, espectadores, la cena puede ser
indigesta.
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