Centro
de reciclaje
(Artículo publicado el domingo, 4 de marzo, en diarios del grupo EPI PRESS)
Supongo que por
ahí, en las afueras de las grandes ciudades, en las naves que alquilan las
grandes productoras, habrá un hueco, unos armarios gigantes, una especie de
rincón al que van a para los actores y actrices que de un momento a otro, o sea,
de una serie a otra, de una película a otra, pasan del todo al casi nada, es
decir, de estar en la pantalla a estar en el olvido. Esta ley se hace extensiva
a cualquier bicho viviente que un día no nos dejaba tranquilos y al otro, cosa
de magas, se esfumó como se esfuma el vapor de un guiso cuando abres la olla.
¿Recuerdan al padre Apeles? Hablo de
él porque me viene a las mientes como ejemplo de tipejo sabelotodo, de
tragaldabas con alzacuellos relamido que te encontrabas en misa y repicando, un
curilla de Trento que representó un personaje vomitivo y provocador que era
llamado para aliñar las salsas de las tertulias, de los moros y cristianos de
la época, vamos, el Paco Marhunda de
los noventa. Y de golpe, desapareció de nuestras vidas, de nuestra tele.
También de los noventa, como un personaje de su propio ¿Quién sabe dónde?, dejó de verse el bigote de Paco Lobatón como la estrella que fue en La 1, tan popular que en
una encuesta de la época salió como el periodista al que la gente votaría para
ser presidente del Gobierno –hoy se podría barajar la posibilidad de que se
presentara a tan bajuna responsabilidad Belén
Esteban, que lleva incrustada en nuestras vidas 17 años-. A Paco Lobatón lo
resucitó la propia tele pública con Desaparecidos
–ya se lo han limpiado- un remedo del clásico, pero se ve que en el taller de
reciclaje algo ha fallado porque el programa que presenta Silvia Intxaurrondo no ha cuajado y el barco ha naufragado, con la
de desaparecidos que dejan los naufragios.
Los
Eloys
Sin salir de La
1, la que se ha convertido en maestra de nombres recuperados para la pantalla
es la serie Centro médico, un
producto que dramatiza con actores casos que han ocurrido de verdad a gente de
la calle. Hace unos días casi me llevé un chasco gordo viendo una de las
entregas de este docudrama médico al comprobar que quien sujetaba a un bebé era
Eloy Arenas, ¿lo recuerdan?, humorista
de segunda que hacía monólogos o contaba chistes en programas de la cuerda de José Luis Moreno, papá de Eloy Azorín, el Sastre de Apaches, Antena 3, serie a la que le
quedan cuatro capítulos para terminar. Es urgente que se ponga en marcha uno de
esos programas basura donde se narra el día a día, más aliñado por los
guionistas que una trifulca potajera en Sálvame,
de familias como Las Campos –estoy
convencido de que, cuando llegue el día, ojalá lejano, de la muerte de la madre
Teresa, sus hijas contarán en
directo el deceso, igual que se deben a la audiencia y les cuentan al minuto
los detalles de la última visita al hospital-, pues eso, que si Alaska y Mario tienen su espacio para ventilar sus monadas, papá Eloy Arenas
e hijo Eloy Azorín deberían registrar la marca Los Eloys y contarnos su vida de
heteros para completar el puzle de la diversidad sexual, que arrancaría con
ellos, pasaría por el aguachirle de Vaquerizo y Alaska, y acabaría en Javier Ambrosi y Javier Calvo, Los Javis, que participan en un documental sobre la
historia en nuestro país de los derechos LGTB desde los años 70 y que se verá
en Playz, la plataforma de contenidos digitales de rtve.es. A lo que voy, ¿qué
tiene menos Eloy Arenas, rescatado de su casa por Centro médico, que la matriarca Campos? El docudrama de La 1
también ha desempolvado a Jorge Jurado.
¿Eh? Sí, Curro, el niño de Los Serrano.
Ahora tiene 24 años, y estudia ingeniería informática, retirado de las cámaras
desde que acabó la serie. Igual que hay granjas para recuperar animales, Centro médico, valga el símil tan poco
afortunado, recupera actores en horas bajas, como al murciano Enrique Martínez –desde Olmos y Robles, 2015, no se le ha visto
la mazorca naranja de su pelo-.
Defecar
en Honduras
Pero Centro médico es un aprendiz recuperando
actores del olvido comparado con la maestría y la eficacia de Telecinco
recuperando en sus talleres de reciclaje personajes de diverso pelaje y
condición, todos en la casilla de salida de un prestigio caduco, de fila
quinta, de una fama atrabiliaria, entre cutre y ordinaria, chabacana y pestosa,
entre la fama del delincuente y la fama del choni o la meretriz de alcurnia. El
último ejemplo lo estamos viendo en la composición de su equipo de señoras y
señores que se han alistado para cagar detrás de las palmeras en la isla
hondureña de Supervivientes. Baja
estofa. Pura materia fecal. Detrito. Hasta a Francisco, cantante alicantino a la baja, le ha llegado su San
Martín para concursar en este mojón, y eso que este señor decía hace un tiempo
ser un caballero, español y mucho español, y tener una dignidad y bla, bla,
bla. Lástima que no hayan convencido a Camilo
Sesto para completar el tándem de las momias vitaminadas bajo el efecto de
los focos. Para eso ya están, esa es la verdad, la bipolar Raquel Mosquera, la peluquera más recauchutada de las muñecas de la
feria donde el ulular de Chochonas es atronador, y la quinqui Maite Zaldívar, la encarcelada de la
Operación Malaya por blanqueo de dinero marbellí, con su trasiego de bolsas
llenas de parné cuya polvareda manchó el bajo de los faralaes de Isabel Pantoja, con quien compartió
maromo, que hay que tener gana de macho para restregarse con Julián Muñoz. Telecinco, experta en
reciclar residuos tóxicos, sabiendo que la mierda flota, sabe hurgar en las
tinieblas de la memoria y siempre da con algún fluido que no ha llegado del
todo al estado de descomposición. Nos quedan aún sorpresas hasta acabar la
lista de los Supervivientes. Me
sentiría muy pagado viendo y escuchando a Francisco, mitad señor, mitad
correcaminos, tumbado en las arenas de la isla, declarando otra vez que con Franco vivía muy bien y que jamás le
faltó la libertad. Lo que demuestra que hay reciclajes imposibles que ni un
centro médico puede solventar.
La guinda
Marea
pensionista
Si los
pensionistas se echan a la calle, el Gobierno tiembla. Los pensionistas están
en la calle, y Mariano Rajoy, con su
idiocia política, parece que está moviendo el culo y se ha puesto en marcha.
¿Para subir las pensiones? Por favor. Para hacer como que se lo toma en serio y
en vez de hacerse el gallego acude a los magacines. Pero ojo, Rajoy, Paquita, pensionista octogenaria, no
está dispuesta a claudicar. Sus colegas tampoco.
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