El vestido
(Artículo publicado el martes, 3 de enero, en diarios de EPI PRESS)
Ni la
reafirmación del amor a Patricia de Carlos Sobera después de las campanadas
en Mediaset, un Sobera que no apareció en tanga, ni con el pecho rejunto por el
corsé, ni el último ni el primer anuncio del año, ni los descacharrantes gags
de José Mota en La 1 y su brillante
especial, ni la elegancia clásica de Anne
Igartiburu con los cocineros más activos, ni por supuesto las brillantes
frases que pasaban por el faldón de la pantalla de La 2 en su especial Cachitos de hierro y cromo, que volvió a
ser la mejor “gala” de la oferta musical en Nochevieja, nada, nada de lo que
sucedió la última noche del año tuvo al día siguiente ni en el momento en que se producía el efecto que
tuvo el vestido o, mejor, El Vestido. Ya ha adquirido categoría de fenómeno
social. El Vestido, como sé que sabe sin más explicaciones, es el vestido de Cristina Pedroche.
Lleva tres años
dando la campanada –perdón por la obvia reiteración- gracias no tanto a la tela
de la vestimenta como a qué cantidad de carne enseñará este año. Empezó a jugar
con las transparencias, una afición más peligrosa que la de Camilo Sesto por el bótox y la
silicona, y cada Nochevieja, para mantener el interés y hacer de las campanadas
ya de La Sexta ya de Antena 3 un titular y unos índices de audiencia
memorables, debía de ir enseñando más jamón y pechuga y acortando la mancha de
los encajes. Este año dicen que lo que llevaba puesto, un bañador cubierto con
un tutú, se ponga como se ponga, lo ha diseñado Pronovias. No le quito mérito a
la proeza, y la tiene inventarse algo para no dañar la escultura de un cuerpo
glorioso sin que parezca que va en pelota picada. Que al lado estuviera Chicote es tan irrelevante como esta
columna, dedicada a un no vestido.
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