Ana y
los otros
(Artículo publicado el domingo, 18 de setiembre, en diarios de EPI PRESS)
Llevo unos días, desde que
llegué a casa después de haber estado casi una semana en el FesTVal de Vitoria,
preguntándome la misma cosa de forma obsesiva. ¿Hay algo peor que ver a Ana Obregón así, sin esperarlo, cuando
tú tratas de salir del ascensor y ella de entrar? Les aseguro que lo hay. ¿Hay
algo peor que ver dos veces a Ana Obregón en el mismo día, tenerla a cuatro
palmos, casi oler los litros de silicona, y advertir que el desastre es del
tipo catástrofe sin vuelta atrás porque no tuviste ovarios de darle un manotazo
al cirujano o al que te echó tanto botox en las mejillas que te dejó la
naricilla atrás, entre los pómulos, como una gorrina que da entre escalofrío y
carcajadas? Lo hay. Hay algo peor. Verla en el ascensor, y verla entrar al
restaurante donde estás comiendo y quedarte con la merluza en el aire porque ha
llegado ella buscando mesa, paseándose por el salón diciendo hola, hola a todo
el mundo, y acercarse a la camarera para que, ay, a ver si pueden quitar el
aire, que tengo mucho frío. ¿Dicho en susurros? No, ella es Ana Obregón. Que se
oiga bien. Pues va a ser que no, guapa. Lo que puede hacer es ponerse allí, donde
apenas se nota, le dice la camarera. ¿Hay algo peor que ver a la Obregón dos
veces en el mismo día? Sí, verla en el ascensor, en el restaurante, y grabando Algo pasa con Ana, que emitirá DKISS,
una de las últimas concesiones en la TDT que rellenan su programación con
infames subproductos yanquis –El rey de
las tartas, Enterrado en mi basura,
o Los peores tatuajes, basura
catódica sin paliativos- . Algo pasa con
Ana es otro incomestible producto en la línea de Alaska y Mario o Las Campos.
El problema de esta señora es no saber parar. No saber dónde termina su vida
real y empieza la fingida, creyendo que lo que hace para la tele se lo tomará
la gente como si fuera la real. Y sale falsa, sobreactuada, y vacía. Así que
qué importa lo que le pase a Ana.
La fatuidad con tetas
Hablo tanto de un producto
que ni siquiera veré porque he tenido la suerte de ver sus tripas antes de que
se emita, y porque frente a ese concepto de entretenimiento huero, sin pulso,
por Vitoria, como es lógico, ha pasado otra forma de entretener, otros nombres y productos que hacen de la
televisión un medio noble que no avergüenza. La última noche de mi estancia en
la capital alavesa, cenando en el comedor del hotel Lakua, y en apenas unos
metros, se consiguió un retrato casi fiel de la oferta televisiva. Como no hay
cosa peor que ver a la Fantástica tres veces en un día sino verla cuatro, pues
eso, en una mesa comía Ana Obregón, la fatuidad con tetas, con el equipo de
Globomedia -¿qué hará Globomedia, la de Zapeando,
El intermedio, El club de la comedia, El
objetivo, apostando por este tipo de caquitas de perra emperifollada?-, y
en otras algunos premiados de la noche como Iñaki Gabilondo, Andréu
Buenafuente, o María Casado,
además de José Sacristán. El
contraste entre la inanidad de una y el peso humano, intelectual, o de mera
dignidad de los otros era abismal. Iñaki Gabilondo firma hoy, para #0, la
cadena de Movistar, tal vez la más atrevida y dinámica del panorama, uno de
esos programas que nacen con el sello de clásicos y que algún día servirán para
entender mejor, como lo hacen hoy, la sociedad que nos tocó vivir. Es Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25
años, que va conformando una galería de eminentes físicos, biólogos, matemáticos,
astrónomos, en fin, gente como el científico venezolano José Luis Cordeiro, que decía en la segunda entrega de la serie que
dentro de 20 ó 30 años veremos la muerte de la muerte, que la muerte será
opcional. Cuando el periodista Jon
Sistiaga, sobre el escenario del teatro Principal de Vitoria, en la gala de
clausura, que un año más elevó Luis
Larrodera a los cielos de la emoción, entregó el premio Joan Ramón Mainat a
Iñaki, le dijo en tono de admirado reproche que con este programa Gabilondo se
lo comía todo porque hasta las preguntas del futuro ya las está haciendo en el
presente. Frente a tanto talento, la fatua y vana actriz se paseaba por el
comedor con las tetas en punta hablando por el móvil.
Fantasmas
Lo llamativo es que nadie le
hacía caso, nadie la saludó. Es como si no existiera, algo así como esos
fantasmas pesados que se aburren de hacer aspavientos debajo de la sábana y ni
el nene más ingenuo lo mira. Emoción y verdad. Ni una cosa ni la otra tiene la
bióloga, que no pasará por Cuando yo no
esté así descubra que Rita Barberá
está hecha de una pasta única, exclusiva. Hay que tener jeta, y caquita, para
apoltronarse en el Senado, y dejar el PP sin dignidad, cuando los del PP se
acercaban a ella para darle una patada en el culo y tirarla al vacío, también
ellos acorralados. Y desaparecidos. La imagen patética de Mariano Rajoy esquivando a los periodistas y las explicaciones
delirantes de María Dolores de Cospedal
justificando que la senadora valenciana ha hecho lo mejor “para los intereses
generales” nos han devuelto de nuevo a la casilla de partida, esa en la que el
PP se burla de todo el mundo. Y hace bien. Sus votantes no lo castigan. Puede
pasar otra cosa aún más tremenda, y es, como en La mañana de La 1, que la audiencia, como el fantasma de la Obregón
en el comedor del restaurante, ni siquiera se dé cuenta de que ha habido
cambios. Han resucitado a Jesús Mariñas
y han doblado el tiempo dedicado al chismorreo. Y por supuesto, como unas
tablas de la ley, carcomidas pero inamovibles, no hay dios que se cargue Saber vivir, esa pesadez donde se sigue
hablando de urea, tensión, sobrepeso, o colesterol. Da igual. La audiencia es
la que es. Testimonial. No se lo merece María Casado. En el trayecto desde el
teatro a la cena coincidimos en el bus, y hablamos del programa. Ella también
tiene algunas ideas sobre el asunto, que por ahora me guardo. Por cierto,
¿saben que una decisión milagrosa evitó que este servidor acabara sentado, en
el bus anterior, junto a Anita Obregón? De verdad, creo que, como se ha
empeñado DKiss en hacernos ver, algo me pasa con Ana.
La guinda
Poliamor
Los de First Dates, género de ligues catódicos que presenta Carlos Sobera con discreta soltura en
Cuatro, está que lo tira. La noche del jueves llegó al paroxismo. Pero viendo
la evolución del programa de citas, seguro que se superan. Llevaron a Yami, Magnus, y Apuesta Princesa,
una exhibición festiva de que en el amor no todo es macho, hembra. Puedes
sentirte de género neutro, como Yami. ¿Lo malo? Que la tele lo frivoliza todo.
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