Aparta
de mí ese “selfie”
(Artículo publicado el domingo, 11 de setiembre, en diarios de EPI PRESS)
En este río revuelto de la
política, oxidado, cansino como una digestión de carnes empapadas en salsas de
alto voltaje, en este hazmerreir y hazmellorar de sus señorías, que siguen
cobrando como si el mundo alrededor no viviera con estupefacción lo que son
capaces de hacer para no hablar de esa ofensa y agravio públicos al ciudadano,
atónito, a punto de ser abatido, en este chape chape de diputados escondidos
detrás de una nómina que no deberían de cobrar por ley, igual que no cobra el
albañil que no hace nada en el tajo, no cobra el enfermero que no acude al
hospital, no cobro yo si no mando mis artículos, en esa burla en la que, oh,
milagro, todos participan como una Aramís
Fuster que reconoce que ni es bruja ni es nada con tal de apurar sus últimos
coletazos como farsante, en este abrevadero en el que un ministro dimite por
mentiroso, pero al siguiente minuto, el Cid braceador Mariano Rajoy, el líder dispuesto a regenerar la política con un
par de cojones, va y envía a José Manuel
Soria al Banco Mundial para ganar 18.000 euros limpios de lodo, pero
enfangados de vergüenza y adornados por el desprecio con que el Rajoy más
emputecido y cínico retuerce la realidad, las palabras, y sus promesas. De
nuevo, un engaño. Otro. Con la nómina entre las patas, antes de llegar a
cobrarla, acosado por el escándalo de su nombramiento, Soria no ha
dimitido. Lo ha echado la hartura de la
gente, y Rajoy, de vuelta de China, en el avión, dicen que se hizo unos largos
dando trabancadas de rabia porque no entiende a este país. De este mar de
ofensa TVE se ha visto en la tesitura desquiciante de tener que hablar de la
dimisión del cargo de un tipo del que, para proteger al PP y al Gobierno, ni
siquiera hablaron de su nombramiento en el Telediario.
TVE se autorretrata en cada informativo.
Rojo y Echenique
En este río nauseabundo de la
política, de patos satisfechos y acobijados en el silencio cómplice, las teles
se ponen flamencas y tratan de convertir el aparente rifirrafe en combustible
del espectáculo. Estaba la otra mañana Pablo
Echenique, secretario de organización de Podemos, hablando en directo para Espejo público con Susana Griso, y se refería al escándalo de ese nombramiento, al
triunfo ciudadano por no aceptarlo, a la nueva burla de Rajoy, a su desprecio
por la verdad y a su amor por el truco, hasta que la presentadora dio paso a
sus colaboradores. Adelante, dijo. Me quedé de piedra. Allí estaba Alfonso Rojo. Periodismo y Alfonso Rojo
es como unir Rajoy y regeneración, salvo que la traiga, aprovechando su visita
relámpago, comprada en un bazar chino. Que si tienes dado de alta a tu
asistente –que trabajaba en casa del político-, quiso saber el intrépido
cantamañanas. Desde el principio di explicaciones, contestó Echenique, y no
sólo eso sino que no cometí irregularidad alguna, según la asesoría jurídica
del caso. Eso sí, le soltó en toda la cara a Rojo, aquí tendría que venir con
su trabajo hecho, y saber que esa persona hace meses que ya no trabaja conmigo.
Rojo no se puso rojo. Se ponen rojos, cuando los pillan en estos tropezones,
quienes tienen algo de decencia. Menos mal que esta semana, que he pasado en
Vitoria yendo de estreno en estreno –octava edición del FesTVal, como miembro
del jurado en nombre de este periódico y del grupo al que pertenece-, ha vuelto
para explicar con humor, quizá la única forma de acercarte a ese fuego fatuo
sin que te queme ni aniquile demasiado, el Gran
Wyoming y su equipo. Ya era hora. En paralelo, un tal Suso Álvarez, cuadra Telecinco, saca mucho la lengua creyendo que
saca el calabacín, y quizá por eso lo han sentado en el trono de Mujeres y hombres, sueño húmedo de miles
de jóvenes. Supera eso, tito Wyo.
El diario de Uri
Como de Wyoming seguro que
hablaré más de un día, ahí lo dejo, citado, emplazado, tranquilo de tenerlo a
mano cada noche como espectador. Como Suso, con calabacín o sin él, me da igual
lo que haga, diga, calle, piense o excrete, corro corriendo antes de que Cuatro
–si no lo ha hecho ya- retire Hazte un
selfi, que pretendía hacerle cosquillas a Zapeando. Lo presenta Uri
Sabat, un guapo de revista de los años 60, un joven que se esfuerza por ser
uno más de la tribu de la generación nacida a finales del siglo pasado, a las
puertas del nuevo milenio, y que se pone en mitad del plató dando paso, como
hace la televisión de siempre, a los invitados, jóvenes que se distinguen de
sus padres en que, digo yo, todo lo que hacen lo retratan y lo suben a las
redes. Me puse a ver Hazte un selfi y
lo tuve claro. Uri Sabat, que pone el dedo tieso, como si disparara, tic de
muchos monitos de feria que se imitan unos a otros cuando se hacen la foto en
el móvil, es la Patricia Gaztañaga
de este principio de siglo, y Hazte un
selfi el Diario de Patricia del
siglo pasado enharinado en las redes, en las nuevas tecnologías, y por muy
plagado de “youtubers”, “influencers” y otros artistas del nuevo tiempo, no
deja de ser un programa rancio de testimonios que aburre a las amapolas. Cada
día un tema, unos testimonios de invitados que hablan sobre ese tema, y el
presentador, como hacía Patricia, en mitad del plató leyendo las fichas para
dar pie al invitado a que cuenta su historia. O sea, el Diario de Uri. Esta gente se hace fotos sin cesar, de forma
compulsiva, o sube vídeos a Internet con sus historias. No hay que animarlos a
hacerse un autorretrato. No hacen otra cosa. Sin embargo, don Mariano, por si
le faltara algo, hasta en eso es de otro tiempo. Le hablan de “selfie” y se le
tiñe el pelo sin pasar por la peluquería, ve una cámara y se da la vuelta. Un
objetivo es su peor enemigo. Ese ojo escruta, vigila, desenmascara. Y él vive
en su mundo de tinieblas. Que no lo saquen de ahí. Que nadie le enseñe el palo
para hacerse el autorretrato. Que nadie me ponga la tele para ver la antigualla
de Uri Sabat en Cuatro. Así que, cada uno con sus razones, yo, igual que Rajoy,
también digo aparta de mí ese “selfie”.
La guinda
Tu tiempo
Esta semana se han cumplido
cinco años de Tu tiempo, el espacio
que presenta a diario Roberto Brasero
en Antena 3. Ha hecho de ese espacio de información meteorológica algo más que
un simple tiempo para el tiempo. Ha hecho un espacio de entretenimiento. Él
mismo se mueve por el plató con ese espíritu, con su forma de decir las cosas,
con sus gestos, sus ojos, los reportajes, con las fotos que envía la gente. Enhorabuena.
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