Cachitos
(Artículo publicado el martes, 5 de enero, en periódicos de EPI PRESS)
No hay duda. José Mota y su especial del 31 de
diciembre triunfó sobre todas las demás cadenas, cuya oferta intragable podemos
simbolizar en la pertinaz, grasienta y pocha Paz
Padilla, esa pesadilla, que se montó en Telecinco otro insufrible La noche en Paz. De nuevo fue José Mota y su
brillante olfato para retratar la actualidad con ironía el que se llevó a la
audiencia. Un año más, en la TVE actual, el humor del manchego, por muy suave
que sea en cuanto a crítica política, es la único que sale de la tele pública.
Es tan fiero el control, las murallas tan altas para defender al partido que
nombró a la dirección de esa maquinaria, que el espectador tiende a ver como un
rasgo de libertad sin fisuras la excelente parodia del debate entre Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Rivera,
y Soraya Sáez, con un Rajoy ausente en el plató pero
escuchando desde las bambalinas.
Sin embargo, y
es el segundo año que da la sorpresa, de toda la fanfarria de especiales tras
las uvas y el desparrame, las telepasiones y los señores con pajarita y las
señoras con escotes, fue el especial de Cachitos
de hierro y cromo el que se alzó con mi corona. Qué gran trabajo el de ese
equipo, qué gran acierto el de La 2. Superó incluso a la oferta de Cuatro y La Sexta,
toda una proeza. Presentado por Virgina
Díaz, que alterna en un mismo programa lo sofisticado y lo popular, el Cachitos que despidió 2015 y recibió el
2016 se armó en torno a la idea de una fiesta de fin de curso donde la música,
claro, es la reina de la noche. Y qué música. Y qué genio el de los guionistas
escribiendo esas frases de presentación de los artistas, y qué maridaje tan
perfecto entre La 2 y Radio 3 para gloria del entretenimiento. Cachitos de hierro y cromo fue lo mejor
del fin de año.
Virginia Díaz vestida para la ocasión para el especial de Cachitos de hierro y cromo de Fin de Año |
cachitos de mierda y plomo es un programa frívolo que frivoliza con artistas del pasado haciendo un visionado apabullante de corta pega propio de los tiempos de la telebasura en que vivimos, alcanzando a la televisión pública.
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