Princesa
(Artículo publicado el martes, 19 de agosto, en diarios de EPI PRESS)
Llegó entre
manos desconocidas desde Marruecos a Tarifa, donde la pequeña de apenas unos
meses fue sacada en volandas de la patera y protegida en su regazo por alguien
de Cruz Roja. Su madre, quizá su padre, se quedó al otro lado del mar, quizá
porque a última hora no pudo subir a la barca, quizá porque no podía pagar un
lugar más a los hijos de puta que trafican con la desesperación, pero seguro
que porque quería para su hija algo mejor. A la niña se le ha puesto un nombre,
Princesa –en realidad se llama Fátima-.
He visto el momento varias veces, y me sigue impresionando su carita dulce, sus
enormes ojos, su sereno desconcierto, y su silencio. Un silencio que rompe el
corazón si es el de una cría de meses que ha llegado en brazos de gente que no
es su mamá, ha pasado frío y hambre, y ha sido acunada por alguien tan raro
como un hombre blanco.
Pero Princesa no
ha soltado ni una lágrima. Quizá algún día vuelva con mamá y ésta pueda
contarle la historia, lo que pasó cuando tuvo que dejarla en el bote porque la
policía de Marruecos estaba a punto de abortar el viaje y había que decidir
rápido. Y la madre, rota, encogida por la incertidumbre, lo tuvo claro. Ella,
lo intentaría ella, su hija, su princesa. Señor Mariano Rajoy, déjese de martingalas, y ordene a sus más beatos
ministros que ejerzan de verdaderos cristianos y apuesten por la vida, por la
familia, desde el defensor de cigotos Gallardón
al venerador de vírgenes Jorge Fernández.
Busquen a esa madre, tráiganla con su hija. Hagan algo por lo que sentirnos
orgullosos.
En volandas, la niña fue sacada de la embarcación por un hombre raro, un blanco, después de viajar con gentes que no eran ni su padre ni su madre, y con hambre y frío. Y no soltó ni una lágrima. |
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