La
risa de Inda
(Artículo publicado el martes, 29 de julio, en diarios de EPI PRESS)
Supongo que
sabrán de quién hablo si hablo de Eduardo
Inda. Tiene un currículo de esos que parece que se comen el mundo y luego
ni zorro ni lobo, siendo estos cánidos animales que tanto me recuerdan al
mentado. A mí me lo recuerdan. No sé por qué, pero yo me echaría a temblar en
cuanto un tipo así saca su sonrisa a pasear. Igual que me daría cagalera si
tuviera enfrente un bicharraco tipo hiena y supiera que mis heridas no me
mantendrían de pie mucho tiempo. Qué miedo. Con este señor, al que ni lo seguí
cuando dicen que hacía de las suyas como director del deportivo Marca ni lo he
leído en mi puta vida en nada que haya escrito jamás, sea formato libro, sea
columnita o lo que quiera que escriba en lo de Pedro José Ramírez –me da igual que ya no enseñe tirantes ni
íntimos ligueros como director del papel-, con este señor, digo, sólo me
relaciono por imperativo profesional, porque lo manda el guión de esta columna.
Así que mi
conocimiento, mi repelús, mi rechazo, mi prevención, mi opinión, es sólo, y ya
es mucho, por su presencia en televisión. Este señor tiene la habilidad de
parecer sensato y ser dueño de una expresión de cordero degollado hasta que sus
labios se van abriendo poco a poco, la comisura de la boca parece descender,
ladea un poquito la cabeza, entorna casi sin que nadie lo note los ojos, e
irrumpe su sonrisa. Parece sincera, pero es la estrategia del cazador.
Radiante, iluminada, blanca, pero sólo esconde los restos de la última bacanal
con exceso de sangre. No me lo creo como periodista, que es lo que importa
aquí. No me da credibilidad. Me resulta cínico, capaz de todo, incluso de mearse
en el periodismo como haría un chacal cuando ha devorado a su víctima.
Huy, qué repelús. |
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