Ya
está bien
Soy uno más.
Puedo decir que estamos cansados, estafados, engañados, humillados al tomarnos
por imbéciles, por crédulos. Gente fácil. Estoy harto de escucharlos haciendo
ver que son la cresta con nata y fresa de la honestidad, que estamos equivocados,
que la realidad es otra. Estoy decepcionado, frustrado por saber que la
democracia es la mejor forma de Gobierno pero que sus enemigos no son los
votantes sino los encargados de gestionar nuestros votos. Ver los informativos
se hace cada vez más difícil, un reto. Los musulmanes tiran zapatos a quienes
reprueban por sus acciones. Aquí frente a la tele, que es de lo que trata esta
columna, de lo que sale por ese balcón tan luminoso unas veces como enrarecido
e insoportable otras, nos queda el recurso del mando, por si apagando el
cacharro la rabia y perplejidad desaparecieran.
Lo que me pide
el cuerpo –lo del voto no viene a cuento ahora- es una descarga en toda regla.
Pero no me lo puedo permitir. Tirarle un pedrusco a la tele es caro. Si cobrara
tanto como un dirigente político lo haría como desahogo, no por ir contra el
mensajero. Escuchar a Feijóo, Floriano, o Sánchez-Camacho, decir que creen en la honradez de Rajoy porque pudiendo ganar más dinero
con su profesión optó por el sacrificio de dedicarse a los demás desde el
servicio público, y que deberíamos de arrodillarnos al escuchar su nombre, es
una provocación, una afrenta. En una semana de tormenta y vergüenza para el PP
tratan de convertir la mierda que les envuelve en el aire fresco y transparente
que necesitamos para seguir viviendo. Ya está bien. Parece que lo del mangoneo
mientras el pueblo sufre no tiene remedio, pero no nos toquen los cojones.
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