El
puto amo
En realidad no
es el amo, es el puto amo. Cuatro estrenó el domingo la primera entrega de Palabra de gitano. Por cierto,
los gitanos tendrán palabra. Cuatro no. A las nueve y media de la noche estaba
anunciada la cosa. Lo hizo casi quince minutos después. A lo largo del reportaje
algo me quedó claro. Si fuera mujer no querría ser gitana. También quedó claro
que los gitanos centran su supervivencia en el coño de las mujeres. Ahí está
todo, al menos eso es lo que entendí viendo el reportaje cada vez con más
asombro, repugnancia y rabia. Bien hilvanado, con bonitas imágenes, los reporteros
siguieron los preparativos de la boda de Inés,
conocida entre su gente como La Vaca. Inés tiene 21 años, vive en Huesca, y lo
tiene claro. Ella llegará intacta al matrimonio. Estupendo. Bueno, si no fuera
porque tiene que demostrarlo ante su comunidad, expectante.
La ceremonia del
pañuelo es un acto de machismo salvaje, y doloroso. Sí, mucho dolor, decía la
novia a la que Paquita, la Ajuntadora,
le metió con el dedo el pañuelo blanco por el chichi para sacarlo manchado
testificando que la flor de la hembra nadie la cató antes. Bárbaro. ¿Se somete
a los hombres a algo parecido? Sabemos que no, qué cosas. La propia Inés, La
Vaca, tiene la respuesta. El hombre no tiene que demostrar nada porque es
libre. Literal. En esta línea de pensamiento, Josan, el novio, de 22 años, dijo que antes del compromiso picoteó
con algunas payas, pero qué puñetas, las tías “tenían demasiada libertad y a la
Inés no tengo que decirle nada porque ella sabe lo que hay que hacer”, o sea, lo
que su santa picha diga. La abuela de la novia va a veces al cementerio a la
tumba de su marido, al que sigue llamando “amo”. El puto amo. ¿Está claro?
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