Lo
increíble
Lo increíble de Increíbles, que estrenó Antena 3 la
semana pasada, no es que superara en audiencia a Sálvame de Luxe –tuvieron a Mercedes
Milá, que además de pedir a los seguidores de su burdel que no la
abandonaran el lunes “para que ganemos a Antena 3”, despejó una de las grandes
zozobras que arrastra este país más allá del suspense por ver en qué queda este
animado despelote de lo que ganan nuestros políticos, confirmó que sigue
meándose en la ducha-. Lo increíble de Increíbles
no es darte cuenta de que tú jamás podrás hacer cálculos de cabeza con
precisión de computadora como los hace Martín
López. Lo increíble de Increíbles no es que Carlos Sobera sea un maestro del
entretenimiento, ni que el plató parezca una nave espacial azulada, ni que la
cosa dure más allá de lo razonable, ni que nadie entienda de dónde sacan a
tanta gente de público.
Lo increíble de Increíbles no es que haya gente anónima
capaz de hacer cosas que rozan el prodigio amaestrando su cerebro, como la niña de 7 años que señala el lugar
exacto de los países del mundo. Lo increíble de Increíbles es la presencia de un trío sin el que el programa sería
el mismo, o mejor, porque no tendríamos que soportar la casposa y nula gracia de Santiago Segura, el de los mohines falsarios, el que ha hecho de su
aventado apetito sexual, fingido o verdadero, carne de chiste machacón y
garrulo. Lo increíble de Increíbles
es que cuenten con Mario Vaquerizo
el plomizo, un tipo cargante que ha perdido la inocencia porque ha hecho de
ella su modo de vida, y al convertirla en recurso inane –El Hormiguero, con Ana Rosa-
es un cromo patético. Aún así, lo increíble de Increíbles es ver que tus semejantes pueden ser la bomba.
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