Un
rato en la isla
(Artículo publicado el 29 de abril, en diarios del grupo EPI PRESS)
He decidido
echarle coraje y mirar a la cara a mi enemigo, algo así como lo que dicen del
miedo, que para quitárselo es mejor enfrentarse a él. Pues lo mismo. Hablo aquí
de Supervivientes casi de oídas, por
vídeos sueltos, guiado por un prejuicio incontrolable, y nombro a los
concursantes sin saber quiénes son más allá de las caras que me dicen algo por
tener un pasado que reconozco, sea el del cantante Francisco en horas bajísimas de su carrera, sea el de Mayte Zaldívar, representante de la
televisión basura que pasó por los platós de Telecinco para contar sus hazañas
como cornuda, ladrona, presa, expresa, y un sinfín de atributos tan apetitosos
para la cadena que tanto hace por el bien de los que rozan o violan la ley a
ojos vista. Los que pasan por la trena son bocado irresistible para Paolo Vasile. Aclarada mi relación con
el personal aislado, quitando a los dos nombrados, junto a la peluquera Raquel Mosquera, otra reina de los
programas carroña que no se caía de la pantalla desde que se quedó viuda del
boxeador Pedro Carrasco, el resto de
concursantes, digo, es un agujero negro, una masa informe, nombres que me
pueden sonar a príncipes marcianos, a cerdos de otra galaxia con orejas de
plástico, a reyes extintos o a boñigas del Caribe, pero sobre todo a nada, a
rutilantes criaturas de un submundo televisivo que, a pesar de llevar décadas
escribiendo de esto, no me dicen nada, no me suenan a nada, no me interesan
nada. Pero lo prometido sigue en pie. Le echaré valor, me acercaré a la isla y
al plató, me taparé la napia, y me tragaré la basura para luego regurgitarla y
ustedes, si lo desean, leerla una vez desparramada en esta hoja. Lo sé, esto no está pagado ni con una cena
íntima con el cadáver político de Cifuentes
para que cuente quién trató su cleptomanía o con Rafael Hernando para saber la clase de serrín que nutre el cerebro
de un provocador que dice que los pensionistas tendrían que dar las gracias al
Gobierno del PP.
Sofía
y el sexo
Creo haber contado
en estas piezas que entre los etcétera que dormitan, discuten, hacen fuego,
defecan, y orinan, hay una lagarta llamada Sofía
Suescun que además, por lo que dicen en los platós, fornica. Esta chica es
una ordinaria de libro. Cada vez que la sacan, y la sacan mucho, está
discutiendo, haciendo peinetas, enseñando los dientes porque su gesto natural
es como de desprecio, como de asco permanente. Según un tipo llamado maestro Joao, con una boca a lo Homer Simpson,
no sé si de forma natural o gracias a siliconas en acción, alentado por
Zaldívar, soltó lo que en plató se vio como una bomba. Que Sofía, la reina de
la cloaca y el polígono, y un pollo llamado Hugo, habían folgado bajo las sábanas cuando el equipo del programa
los rescató de la tormenta una noche en que el Caribe estuvo a punto de
alfombrarse con los cadáveres de los concursantes, ay, qué mal lo pasaron, y
qué bien lo pasó la cadena haciendo caja gracias a un aliado tan enfurecido,
con lo bonita que queda en pantalla la lluvia, el viento, la cara desencajada y
sin maquillar de los concursantes, que de repente supieron lo que significa
sobrevivir en un mundo incontrolable. ¿Hubo sexo entre Sofía y Hugo, a pesar de
que andan todo el rato a la gresca? Esa es la pregunta que incendia el plató
del programa. Me descojono cuando escucho a una grave Sandra Barneda pedir calma, educación, que se maticen las
respuestas y no se acuse a lo tonto, me quedo fascinado viéndola en el plató
hablar en serio para averiguar si la barracuda del “cara de pueblo y pánfilo,
es que no lo puedo soportar” –ha dicho Francisco de Hugo, un pelanas nacido en
la cochinera hormonada de Mujeres y
hombres y otros berzas- visitó el mejillón de la Suescun. De verdad, lo
siento, perdonen la grosería. Pero este es el nivel. Mientras la Zalvívar contaba
el cuento la cadena hacía caja la noche del domingo cebando lo que nadie se
creyó para combatir con Masterchef,
que estrenaba su sexta edición en La 1. Supervivientes
es pura ficción, puro montaje, pura mentira, y la chica esta, Sofía, la
estrella, oro puro, polvo de dioses, capaz de todo, chabacana, sucia, estridente
y vulgar, perfecta.
Mi
feliz fracaso
Para explicarme
mejor. Sofía Suescun alimenta lo de Ana
Rosa. Sofía alimenta Sálvame.
Sofía es Tierra de nadie. Sofía es Conexión Honduras. Sofía es Socialité. Sofía es Viva la vida. Sofía es Telecinco. El resto de concursantes son
comparsa, no dan el mismo juego. Por ahora, según deduzco. Lo que sí está claro
es que el nombre de Cayos Cochinos –los piratas británicos dejaron cerdos en
aquellas islas para criarlos y poder alimentarse en sus idas y venidas por el
Caribe- va como un guante de látex a lo que veo de Supervivientes. De hecho, una de las pruebas que pillo, en la que
participa uno que se llama Logan, es
comerse una tarta con nata hocicando en ella. ¿Casualidad?, preguntaría con su
media lengua Javier Cárdenas. Pero
no mezclemos piaras, que con una es suficiente. El mismo Logan, abundando en la
misma mierda, asegura que se encontró un calcetín suyo lleno de caca humana.
¿De Melissa, de Raquel, de la propia Sofía, que no quiere perderse ninguna salsa,
perdonen de nuevo la asquerosidad? Pero según mis cortas luces y mi escaso
control de Supervivientes veo que en
el plató que regenta una vez a la semana Jorge
Javier Vázquez –junto a Barneda y Lara
Álvarez, cuyo uniforme es riguroso
bikini, forma el triduo de presentadores al servicio de este montaje incesante
en manos de unos guionistas excelentes-, digo que veo que en plató es donde en
realidad se corta el bacalao y se monta el cirio. Con decirles que entre las
tertulianas, o expertas, se encuentra Carmen
Gaona, todo está dicho. Esta Gaona es lo que será Sofía Suescun de mayor.
Más chabacana, imposible. Más zafia, tampoco. En fin. Llego al final. Reconozco
mi fracaso. He terminado mi sacrificio sin saber lo que es el Lado Salvaje o el
Civilizado. ¿Quiénes defienden a quién en el plató? ¿Qué ganan los que ganan
las pruebas que creo que se hacen para seguir con la farsa? ¿De qué se ríe
Jorge Javier? Bueno, esto sí lo sé. De mí desde luego que no. Lo siento. Supervivientes no tiene nada que ver
conmigo. ¿Y con usted?
La guinda
À
punt, bienvenida
Ya se ha puesto
en marcha, ahora en pruebas, la tele pública valenciana. Desde el minuto uno À
Punt ha de demostrar que el cortijo que era Canal 9, al servicio del PP, no
tiene cabida en la nueva televisión autonómica, y el desastre financiero,
tampoco. Hay esperanza –fíjense en la nueva Telemadrid- . Empar Marco, como jefa de la casa, ha de trabajar sirviendo a los
gobernados, no a los gobernantes. No hay más secreto.
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