Conexión,
llega la pizza
(Artículo publicado el domingo, 16 de octubre, en diarios de EPI PRESS)
Hace unos días, en Late Motiv, el programa nocturno de Andréu Buenafuente en #0, el canal de
Movistar, parodió con el estilete del más fino humor, ese que retrata hasta las
amígdalas del retratado, a Antonio
García Ferreras, El Pe-rio-dis-ta. No es la primera vez que hablamos en
estas piezas de este hombre, de sus maneras, de su forma de hacer televisión.
La cosa del mosqueo empezó poco a poco, como si te dan un repullo pero te
olvidas de él al momento. Como si una vez sientes que a Ferreras se le ha ido
la pinza pero no le das importancia porque lo consideras un hombre incapaz de
usar técnicas que un buen periodista sería incapaz de tontear con ellas. Pero
de pronto, otro día, descubres que tu cabeza de espectador alerta ha ido
acumulando datos y en un momento, así, como sin darte cuenta, te los pone
delante y el castillo empieza si no a tambalearse sí al menos a ver que puede
ser tan hermoso y potente, y raro y sugestivo como los levantados por los imagineros
de Juego de tronos, que son de cartón
piedra o puro efecto digital, bella artillería visual creada para embobar, para
que tu cabeza no pueda distinguir la realidad de la ficción. Vamos, para que te
tragues la bola. El imitador de Ferreras en Late
Motiv hizo un despiadado retrato del periodista, eso sí, con kilos de jiji
jaja. Pero clavándosela hasta el corvejón. Es que llevo 10 minutos sin salir en
televisión, le dijo a Buenafuente irrumpiendo al principio del programa, y en
algún sitio tengo que salir. El imitador es Raúl Pérez, que le ha mojado la oreja a Carlos Latre, dedicado ahora a sus jurados y otras bagatelas. El
imitador de Ferreras cuajó tan bien el retrato, y hasta uno sentía que podía
sustituir al original sin que el campamento del periodismo se viniera abajo,
que haciendo referencia al incesante movimiento de manos y posturitas de
Ferreras dijo que “genero energía eólica”. Tronchante. Recuperen el vídeo. Me
lo agradecerán.
El dramático posturitas
Creo haber escrito aquí,
viendo lo visto, que el de Ferreras es un periodismo de gestos, los suyos, y
que por más que diga que lleva el periodismo en la sangre, y que Al rojo vivo es periodismo en estado
puro –imposible si a mil kilómetros a la redonda está un tipo como Eduardo Inda, y el tipo está a su lado,
o lo mete en el plató vía conexión-, el periodismo se resiente cuando un día y
otro sigues el programa y descubres el truco, la entretela, el método. Antonio
García Ferreras me dejó helado, literal, cuando lo vi por las calles de París
entrando en directo, con gorro de “homeless”, de sin techo con micro en la
mano, con su terna verde de reportero de guerra, narrando la situación después
de los atentados terroristas que dejaron 137 muertos y centenares de heridos.
Lo vi en La Sexta Noche. En un
principio era estar donde había que estar, contar la actualidad, y hacerlo nada
menos que el director de la cadena como un reportero más, pero aquello se iba
convirtiendo en un no me lo puedo creer, no es verdad lo que estoy viendo, ese
no es Ferreras, no puede ser Ferreras porque el tipo que estoy viendo hace de
la desgracia una pieza sensacionalista, vacía de información, una crónica
patética, repetitiva y amarilla, hablando de flores y velitas en un tono tan
dramático e intenso que ni la peor Nieves
Herrero sería capaz de firmar semejante pieza, con angustiosos planos de
cristales rotos, paredes agujereadas y, oh, sí, regueros de sangre de las
víctimas. No, no, me dije, no puede ser. Me gustaría saber, de verdad, lo que
pensó Iñaki López mientras recibía
la crónica en el plató del programa. ¿Un fallo, un día malo, un hombre que se
ha dejado llevar por la emoción del lugar y ha convertido la crónica en una burda
exhibición de imágenes y comentarios banales, sin hueso, carentes de interés?
No, mi amol. En cuanto se descuida, a Antonio García Ferreras, el que saca
energía eólica de sus movimientos de manos, el posturitas, el que se detiene
mirando a cámara en poses que recuerdan a las folclóricas más postineras, se le
va la pinza y te monta un número que dura casi 24 horas estirando la noticia o
convirtiendo en notición lo que no es más que anécdota.
¿Todo es malo?
Múltiples conexiones,
detención en seco del tertuliano para dar paso a cualquier nadería, que no
decaiga cueste lo que cueste, como aquel audio grabado al terminar en Cuatro
una entrevista que le hacía Iñaki
Gabilondo a Zapatero para las
elecciones de 2008 en la que, al final de la emisión, pero con lo micros
abiertos, el presidente decía que “voy a tratar de dramatizar para crear
tensión porque eso nos conviene”. Pues igual. Ferreras es un maestro de la
tensión, del periodismo dramatizado, de elevar a un Everest forzado el sumario
de Al rojo vivo –nombre nada casual-.
A veces va tan drogado de pe-rio-dis-mo que, como pasó el viernes pasado conectando
con el plató de al lado, donde estaba Pastor –así, con teatral distancia llama
a Ana, su esposa-, la presentadora
de El objetivo le hizo ver que no era
de noche –buenas noches, Pastor, dijo Ferreras- sino de día, asegurando que así
va siempre, sin saber en qué tiempo vive. Es normal. Ferreras lleva sobre sus
hombros mucha carga. No es poca la de hacer del periodismo su razón de ser y
vivirlo con una intensidad que a veces deviene en parodia. Su sentido del ritmo
en la tertulia no da tiempo a la reflexión –corta sin piedad a sus
colaboradores, los para con las manos abiertas con sus propias opiniones, con
una nueva, última, y fundamental conexión en directo-, sino a una forma de
guirigay muy elaborado que, además, exige de la audiencia una capacidad
asombrosa para pasar en segundos del “tema Valencia” que trata Juan Nieto al politólogo Jorge Verstrynge, que dice que el PSOE
cambió la coleta por la barba de Rajoy,
al juicio de la Gürtel, o al debate de Trump
y Clinton, y de ahí, sin
contemplaciones, a la siempre inteligente e irónica Cristina Pardo, que mete una cuña sobre Esperanza Aguirre, pero un momento, un momento, corta en seco Ferreras,
atención, atención, conectamos, importante, importantísimo, vean cómo llega el
de la pizza a Ferraz. ¿Todo es malo? No, eso es lo bueno, que Ferreras es bueno.
La guinda
Poderosa
Se llama Teresa Fernández-Valdés, y seguro que no la conoce, pero quizá sí
sus obras. Detrás de su trabajo como productora ejecutiva están Velvet, Gran Hotel, Bajo sospecha
o Gran reserva, series de la
productora Bambú para Antena 3. Pues bien, según la revista estadounidense The Hollywood reporter
, la española es una de las 20 mujeres que más poder tienen en la televisión
mundial. No es poco. Es un gran empujón al trabajo patrio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario