El granjerito
(Artículo publicado el sábado, 1 de octubre, en diarios de EPI PRESS)
Quiero que me
lata la chispita del amor. Espero que empezar así no me cause un trombo de
entusiastas “carlistas” enfadadas conmigo –también los hay ellos- por hablar
mal de su rey, Carlos Lozano.
Vayamos por partes. Hace una eternidad, como todo lo que pasa en televisión
pasadas unas semanas, vimos a un resucitado Carlos Lozano entrar a esa
cochinera llamada Gran Hermano, por
muy VIP que sea. Al parecer el tipo no quería, ni podía, dejar pasar la
oportunidad de volver a la vida catódica porque en ello le iban sus
habichuelas, es decir, podía convertirse en otro Andoni Ferreño, Santi Acosta,
u otra Paula Vázquez a los que se
tragó la tierra. En la lista, aunque hace sus cosas en la tele autonómica del
PP murciano, podríamos meter a Antonio
Hidalgo, aparcado en tardes garrulas, tediosas, y delirantes.
Total, que
Carlos Lozano no ganó Gran Hermano
pero ganó un empleo. Bingo. Ahora Mediaset le ha vuelto a dar la vara de Granjero busca esposa. Está haciendo
discretas audiencias –hablamos de 1.261.000 espectadores, o sea, tranquilidad,
“carlistas” -. Digo esto porque hace poco algunos fieles se tiraron a mi cuenta
de Twitter para que me tragara mis palabras por decir que el programa es una
basurilla que apenas veía nadie. Me reafirmo. Granjero busca esposa es un programa facilón donde el machismo más
encabronado campa entre los señores más casposos que siguen viendo a la mujer
como una hembra que ha de estar al servicio del jefe de la tribu espoleados por
un presentador que se quedó en las maneras de los noventa. Digo lo que dije. A
Carlos le da igual. Está otra vez en circulación. La vida catódica es dura.
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