De pilinguis
(Artículo publicado el martes, 19 de abril, en diarios de EPI PRESS)
Nos vamos de
putas. Cuatro se va de putas. Otra vez. En realidad la cadena no sale del
prostíbulo, lo mires por donde lo mires. Así lleva un tiempo que ya cansa,
chatos. Hay que cambiar, troncos. Hay que dejar a la audiencia que se cambie de
gayumbos, que si no, huele. El semen retestinado apesta la casa. Cuatro huele a
semen de puterío barato, a pilingui de esquina y nave al lado de la autovía con
neones de corazoncitos y labios entreabiertos para atraer al barrigón de la
zona, al inmigrante que acaba de cobrar 30 euros, al marido que echa un polvo
antes de llegar a casa. En su estreno de la nueva temporada de 21 días se fue de putas. Pesaditos, ¿no?
No sé muy bien qué podemos saber de un lupanar que no sepamos. Por si acaso, en
uno de ellos hicieron el teatro porque “no es lo mismo contarlo que vivirlo”,
decía la primera “lumi” del formato.
Cuando se
estrenó tuvo su gracia. Parecía algo rompedor, llegabas a creerte los apuros
que vivía la reportera, y eso que tenía tendencia al histrionismo, pero
enseguida cayó el telón y se desveló que los temas de interés de 21 días tenían un sello común, morbo por
encima de cualquier otro aspecto. Cuatro ha activado de nuevo la maquinaria, y en
su sétima temporada, para que nadie tenga dudas y se sienta como en casa, hala,
todos de putas. ¿Nada ha cambiado? Sí, la presentadora. A la pobre Maritxell Martorell le han dado las
mismas órdenes que le dieron a la pizpireta Samanta Villar y a Adela
Úcar, traedme, decía el jefazo repantingado en su mesa, carne fresca, olor
a pilingui barata. Por eso, en su estreno, Maritxell y su camarita fingieron
vivir 21 días como putas el viernes. La basura, y la misma martingala, huelen
fatal.
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