La
cara del pederasta
(Artículo publicado el domingo, 5 de octubre, en diarios de EPI PRESS)
La jueza pidió
la semana pasada que por favor, por favor, los medios no enseñaran aún la cara
del conocido como pederasta de Ciudad Lineal. Ja. Ni puto caso. No hubo tele
que no la enseñara. Es más, las teles y la mayoría de medios escritos no sólo
publicaron la cara del monstruo sino que, de haberlas, habrían publicado hasta sus
fotos en bolas. Al final, le hemos visto la cara, la barriga del que se machaca
en el gimnasio, y esa pose que conocemos de quienes se miran mucho a los
espejos inflándose como pavos reales. En cuanto cazaron al “más buscado, al
enemigo público número uno”, la tele se volvió loca de atar. Oh, qué contento,
qué maravilla. De nuevo esto tiene sentido, se dijeron los de una cadena y los de
otra dándose codazos a ver quién llegaba antes a la exclusiva, a la que fuera,
si caga mucho, si mea poco, si ronca, si es impotente, si saludaba o era mezquino
con el vecindario –apenas hablaba, dice la encargada del último gimnasio al que
iba, pues sí, decía hola, buenos días, y parecía muy educado, dice la del
quinto, que no puede faltar en esa búsqueda incesante por la noticia y la
verdad que caracteriza a toda información que se precie-. Desde que “estalló”
el caso, la lucha a muerte entre Atresmedia y Mediaset ha sido como tiene que
ser, a calzón quitado, a ver quién es más macho, se le empina más, y mea más
lejos. La tele necesita un pederasta por mes, un matón en serie, un violador
del ascensor, un cabrón que tenga en jaque al gentío y alimente cada segundo de
televisión, con lo caro que es el tiempo en televisión, la hostia. Escuché decir
a mi prima Ana Rosa Quintana, seria
como una alpargata, antes de que pillaran al que han pillado, que los medios de
comunicación no podían crear alarma social con estas cosas porque la gente se
asusta. Hay que estar muy segura del maquillaje para soltar eso sin temor a que
se resquebraje.
Depredador y carroñeros
Para demostrar
que lo que decía iba en serio –no lo de la alarma ni puñetas sino que la gente
estaba acojonada con “el pederasta de Ciudad Lineal” y otros de alrededor, la
dama de la basura envió a sus secuaces a los barrios para testar que sí, que la
gente está que se jiña la pata abajo, sólo hay que ver la tele, El programa de Ana Rosa, pensé-, mostró
parques vacíos, columpios moviéndose como por mano de fantasma en esos planos
tan bonitos que tanto canguelo dan, sobre todo si le quitas el volumen a las
imágenes para demostrar que no hay nadie y la gente está aterrada en sus casas.
Yo la escuchaba con los ojos a punto de sangre y con la boca seca de la rabia.
Se podrá ser más cínica. La que dice que no se puede crear alarma social se
tira la mañana hablando del “pederasta de Ciudad Lineal”. No está sola. La
acompaña en ese viaje terrible del periodismo podrido el resto de programas,
desde Espejo público y Susana Griso, con un jubiloso Nacho Abad, a Más vale tarde y Mamen
Mendizábal en La Sexta, con un Manuel
Marlasca que se sale, o la tele pública, que engrosa el festival desde
cualquiera de sus programas en directo o abriendo el Telediario con la cara del pederasta. Incluso los programas de
contenido político, como La Sexta Noche,
dedicaron el viernes pasado un buen cacho de tiempo a analizar la figura del “monstruo”.
Iñaqui López cedió el primer tramo
no al aburridísimo asunto de Cataluña para escuchar a la hiena Eduardo Inda o al tonto del pueblo Paco Marhuenda sino el vibrante caso
que nos ocupa. Hasta la tele de los curas
irrumpieron en la madrugada con Detrás
de la verdad, ellos, que la posponen a la fe, dedicando el programa de Patricia Betancort y David Alemán al “depredador de Ciudad
Lineal”, término de documental de animales que todos utilizan como
carroñeros.
Lo de Broadchurch
A estas alturas
nadie, por muy preso que estés, por muy poco que veas la tele, por muy al
margen de todo que vivas, nadie puede decir que no ha visto la cara de ese
hombre. Ni siquiera Rajoy o sus
ministros, que viven en mundos y realidades paralelas –hay que tener muy poca
vergüenza para seguir hablando de recuperación la misma semana que Cáritas
publica su informe anual asegurando que ha aumentado más del 30% el número de
personas atendidas en situación de pobreza-. Es decir, se han vulnerado los
derechos de este ciudadano que ya está juzgado de antemano, y se volvió a sepultar
la presunción de inocencia. ¿Y? El ministro de Interior Jorge Fernández, la delegada del Gobierno de Madrid Cristina Cifuentes, el jefe superior de
policía de Madrid, Alfonso Fernández,
los ciudadanos, y por supuesto las televisiones, necesitaban, ya, ponerle cara
al criminal. Si por el camino se vulnera uno o cinco derechos fundamentales,
ah, se siente. Alguien de arriba tuvo que filtrar las fotos, y el nombre, da
igual que eso entorpeciera la labor de la justicia porque a ver cómo colocan al
ya condenado en una rueda de reconocimiento sin descojonarse, si hasta las
chinches del trullo lo saludan como tío, ahí va el pederasta de Ciudad Lineal.
Tan sólo La Sexta, desde hace unos días, y no sé si siempre, muestra la cara del
presunto pixelada, una tontería a estas alturas porque el mal ya está hecho.
Ojo, que nadie vea en este alegato una defensa ciega por este individuo.
Bastaría con que todo el peso de la ley, desde la incuestionable seguridad
jurídica, cayera sobre él. Pero eso, respetando las leyes. El miércoles, en la
entrega del capítulo en Antena 3 de la excelente serie Broadchurch, el pueblo decidió que el kiosquero era el que había
matado a Danny –su pasado volvió, de forma interesada, a salir a la luz-. No
mató al niño, pero acabó muerto. Claro que la tele sabe estas cosas, claro que
estos carroñeros se ceban en la misma sangre, en el mismo semen, claro que luego
han tenido que salir como monjitas picaronas diciendo que se arrepienten, que
no volverán a hacerlo. Mentira. Sólo hace falta un nuevo caso. Como cuervos
pasarán por encima de la ley, caiga quien caiga, y el periodismo, de nuevo,
será pisoteado en una bacanal con demasiados intereses en juego. Y da asco. Y
sonrojo.
La guinda
Descojonante
Según la
encuesta de Personality Media los espectadores prefieren en este orden a las
cadenas. La Sexta (29%), Antena 3 (26%), y La 1 (11%). ¿Y la otra pata del
banco, Telecinco? No es preferida, pero un 18% la elige para ver un único
programa. Y llevan razón. Telecinco es eso, un único programa, un monográfico
sin fin. No será querida, pero es la más vista. Paolo Vasile se descoyuntará de tanto reírse de la gente.
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