Pastelazo
(Artículo publicado el sábado, 17 de febrero, en diarios del grupo EPI PRESS)
Pues sí, tuve
¿la debilidad? de ver un poquito, sólo un poquito, de Volverte a ver, que Telecinco emite sin mucho éxito los jueves y
que presenta Carlos Sobera, y eso
que lo hace mejor, mucho mejor, que Jorge
Javier Vázquez, que presentaba el mismo bodrio aunque se llamaba Hay una cosa que te quiero decir. Total,
que pillo el caso de una chica con Síndrome de Down que adora hasta el delirio
a David Bustamante. La carta se la
entregó a la chica Sofía Cristo, no
me pregunten por qué. Ya que estaba en faena, medio hipnotizado, me quedé a ver
qué pasaba, aunque me esperaba lo peor. Y así fue. La voz del narrador
derramaba sirope, melaza, almíbar, azúcar derretida, miel saturada. Era una voz
engolada, truculenta, despaciosa, dando detalles que parecían formar parte de
un capítulo de mucho drama y lágrima.
Ese es el
efecto. Esa es la pretensión. Hacer un espectáculo lacrimoso de los encuentros,
de los desencuentros, de los amores que se perdieron, de los desamores que
quieren otra oportunidad. Pero en ese tono de emoción primaria que canta sus
costuras sin disimulo. Por si faltaba algo, en mitad, en los anuncios, pusieron una promoción de La voz kids, que amenaza con su vuelta
inminente. Y se vieron imágenes de un Antonio
Orozco en estado de arrobo, sobrepasado, y de una Rosarillo Flores poniendo caras, con chispitas de lágrimas en sus
ojos, con su boca torcida dejando asomar sus dientes encalados como la que
entra en un éxtasis monacal al escuchar la voz de algún chiquillo. Demasiado.
Es la puta verdad. Viendo estos excesos hablé conmigo mismo y volví a entender
por qué nada de lo que ocurre en esas fábricas de crema pastelera me interesa.
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