Las chuches
(Artículo publicado el sábado, 13 de enero, en diarios del grupo EPI PRESS)
Soy yo, soy yo,
decía medio hipando y con lagrimitas de actriz la histriónica Samanta Villar en su último túmulo a sí
misma, Samanta y… Vi las últimas
escenas de este programa nacido, como el resto de los que ha firmado, para
honrarse de la mejor manera aunque de la peor forma para espectadores con un
mínimo sentido de la exigencia periodística. Samanta y… es una puesta en escena, una comedia que tiende al
drama, porque si Samanta no llora en alguna entrega, malo. En la última,
dedicada a la vida, cuando la vi llorando en un primer plano muy primer plano
porque se grabó con su propia cámara, no pude moverme. Eso sí tiene, que es tan
desmesurado, que todo es tan friqui, que todo es tan tremendo, que te paraliza
y acabas quedándote a ver en qué coño acaba la escena. Que la muchacha salía
cortando como el rayo a su propio funeral.
Un poco antes,
para situar al lector, había estado charlando con Bárbara Rey y con su hija Sofía
Cristo para hablar de su lucha contra su enganche a la coca. Acabaron
zampándose una paella murcianica en el salón de la mamá mientras la hija
aseguraba que si le faltara su madre no sabría qué hacer. Todo muy Las Campos, para resumir. Volvamos al
llanto de Samanta, que se ponía guapa para acudir a su propio funeral. En
realidad llegó a un complejo de comuniones, bodas y bautizos, con piscina y
grupito musical incluido. Soy soy, soy yo, decía la dicharachera cuando sobre
las mesas con globos, fotos, y viandas para picotear mientras sus seres
queridos la recordaran, vio tarros de cristal con todo tipo de chuches. Oh, soy
yo, soy yo, y empezó a bailar mientras retiraba de sus mejillas las últimas
lagrimitas antes de su funeral.
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